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Puedes vivir veinte dias sin tomar una sola taza de café por las mañanas o mas por supuesto.
Estarás cansada, irritada y talvez estará muy tentadora la posibilidad de darte golpes contra la pared mas cercana. Pero sobrevivirás.

Pero, dejando de lado la pequeña obsesión con la cafeína. Tenia otra gran adicción que me estaba matando. Pasar estos mas de veinte dias sin verlo, después de... Aquel dia, parecía volverse una condena de muerte para mi.

Pero, por tan sólo un dia decidí romper un poco mi rutina, tenía el dia libre e iría aquella tarde a la cafetería.

A las cinco de la tarde exactamente, me encontraba cruzando las puertas de aquel conocido y familiar lugar. Habia más gente de la que solía haber por las mañanas. La mesa donde era mi sitio favorito estaba ocupada, por lo cual no tuve mas remedio que buscar un sitio en la barra cerca del mostrador.

—Un Café negro, por favor —pedí, el mesero me miró durante unos segundos y enseguida se marchó por mi órden.
Durante unos minutos me dedique a mirar aquel espacio, habia pasado tantos dias con mi atencion centrada en otra cosa, que no me habia detenido a mirar los nuevos cuadros que habian colgado en las paredes, o el cuadro con granos de cacao justo arriba de la puerta.

Mi pedido llegó sacándome de aquella burbuja.

—Gracias —agradecí y me percaté de que había un sobre amarillo en medio de la servilleta— un admirador secreto a estas alturas, por favor no.

Espere unos instantes hasta que la misma persona que trajo mi orden estuviera libre, para preguntar a que iba todo eso, pero su respuesta me dejó aun más sorprendida.

—Está la caja esperando por usted, desde hace dias —explicó.

—Podria ser otra persona —hablé, él sonrió amable.

—Señorita usted es una de las clientes mas regulares de este lugar —«a excepción de estos ultimos dias» pensé— su presencia no pasa desapercibida y su descripción es la idéntica a la que nos describieron. Ésto es para usted.

—¿Quién? Dejó... —Sentí un repentino nerviosismo, mi voz se fue apagando. él se despidió y se dirigió como si nada a atender a otros clientes.

Bebí la mitad del café suprimiendo los nervios y la ansiedad por querer saber que decia dentro. Temia encontrar algo que no queria saber, quizas una disculpa de él lamentando que yo confundiera la situación y despidiéndose.
Quizas lo mejor era sólo tirarla sin saber que decia. Me ahorraría un disgusto y un corazón definitivamente roto con más horas de sufrimiento.

—Esa delgada linea entre querer saber algo, pero no querer saberlo al mismo tiempo —su voz me sobresaltó. Me gire a mi izquierda justo para ver a Anthony acercarse a mi lado. Abrí la boca levemente pero no logre hablar— Tranquila, respira. Él no esta aqui.

Tomo asiento a mi lado con calma.

—¿Acaso sabes leer mentes? —pregunte debido a lo que él dijo minutos antes, casualmente era lo mismo que yo pensaba. Pero él nego.

—Por la expresión de tu rostro era fácil adivinar lo que pensabas al mirar eso. —indicó con la mirada el sobre en la mesa— Deberías abrirlo.

—Yo, no creo...

—Alisson, él se fue. —me interrumpió. Pude sentir como mi respiración se cortaba y sentía como algo era estrujado en mi interior.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, se fue de la ciudad —miró la mesa un segundo y volvió a mirarme— quizas sino hubieses desaparecido por dias, te hubiera dado más razones a ti, del porqué lo tenía que hacer.

SEMPITERNO ||Sebastian Stan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora