La Inocencia Perdida.

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-¿Que es lo que quieres para que Timothy venga conmigo?

-Ya te he dicho mil veces que Tim no está a la venta y no quiero que sigas apareciendo con tu asquerosa cara en mi despacho.

El despacho era cubierto por un aire tenso por la discusión de las dos personas que se encontraban en el. Ras Al-Ghul el líder y cabeza de un poderoso cartel estaba sentado al otro lado del escritorio del dueño de la casa. Bruce, por su parte estaba encarando sin ninguna pizca de temor al mayor. Se puede cortar la tensión de los dos hombres con un cuchillo, pues era obvio que ninguno cedería en la discusión que tienen.

-¿Quieres que triplique la suma de dinero? Porque si es así, lo haré. - Dice Ras.

-Lo que quiero es que saques tu arrugado trasero de aquí. - Responde Wayne

-No sabes con quien te estas metiendo Wayne, estas enfrente del líder del cartel de las sombras.

-Me importa poco tu título. Ahora si me disculpas, tengo cosas que hacer.

Bruce se levanta de su asiento y se dispone a caminar en dirección de la puerta para abrirla y darle la indirecta de que se retirara el otro. Pero este se detiene a medio camino y abre su boca antes de que Wayne abriera la puerta.

- ¿Porque no quieres que el muchacho venga conmigo? Hasta donde yo sé, tú odias a esos chicos.

-Lo hago, créeme, pero te detesto también a ti. No creas que se me ha olvidado lo que tú y el bastardo de mi padre hacían.

El silencio se adueñó de nuevo del lugar y de la situación, pero eso no hacía que la cara de los dos presentes cambiara. Y el primero en hablar fue Al-Ghul.

-Creí que eso quedó en el pasado... Pero debería decir que estas tomando cariño por tus niños.

-¿Cuantas veces quieres que lo repita? alguien como yo no tiene tiempo para esas cosas de sentimientos.

Ras por último se dirige más cerca para tomar de la barbilla a Bruce. Y acercar sus rostros.

-Eras un lindo chico en ese entonces, ahora ya eres todo un hombre, pero fue bueno mientras duró. Déjame decirte que no voy a descansar hasta que ese chico este bajo mi control, un dulce tan delicioso como Tim debe ser comido por mí. Y para conseguirlo no me importa si tenga que matarlos a todos ustedes.

Bruce con un manotazo retira el contacto tan cercano que tenía con Ras, en su cara se podía ver un total enfado, los ojos azules de Bruce le advirtieron al mayor que ya era hora de irse. Y así lo hizo.

Cundo todo quedó en calma en el despacho del dueño de la casa, este se sienta en su silla de nuevo pero con una extraña expresión que refleja el recordar fragmentos de una vida miserable de su niñez.

...

El fuego de la chimenea era la única fuente de luz que se encontraba en esa sala, era luz suficiente para ver a un infante Bruce Wayne con lágrimas en sus ojos, ojos que aun mantenían un poco de brillo. Sus lágrimas eran el resultado de la combinación de los sentimientos de dolor, vergüenza y temor.

Aparte de él había también en el salón otras dos personas que se reían del aspecto del chico.

-Qué lindo trajecito tan formal tienes Bruce, pero me gustaría ver solo tu piel. - Una de los presentes habló y por el tono que usaba es como el chico comenzó a tener más miedo.

-Por favor no, solo me quiero ir a mi cuarto.- El pequeño Bruce decía con voz temblorosa y con mucho miedo.

-¡Cállate!- La otra persona gritó y eso provocó que Bruce diera un pequeño respingo por el susto que le dio la voz de esa persona. -Soy tu padre y debes hacer lo que yo te diga. Y quiero que te comiences a quitarte la ropa o si no te daré un golpiza.- La voz era la del padre de Bruce, Thomas Wayne, un hombre enfermo que disfrutaba ver y abusar de su único hijo en compañía de su fiel amigo Ras Al-Ghul. Ambos hombres cada semana se sentaban presentes en el mismo salón tomando bebidas alcohólicas y teniendo asquerosos encuentros sexuales con el niño Wayne. ¿Y qué pasaba con la madre? pues la pobre mujer solo miraba y callaba ya que lo único que quería era mantener feliz a su esposo aunque eso resultara vivir un infierno para Bruce.

La Casa De La Luna NacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora