NO TEMAS A LA.

43 5 37
                                    

15:09

Bill y Russell se acercan a Kristen, de pie, mirando el suelo. Bill la abraza. Contempla la preocupación en su rostro.

– ¿Qué pasa?

– El asesino puso una trampa.

– ¿Quién?

Bill se asoma y analiza a los presentes con un dolor de barriga tremendo.

– Carl.

Su cuerpo entero se tensa. Russell se lleva las manos a la cara. Bill avanza y busca a Arnold, que está sentado en un rincón, con la cabeza entre las rodillas. Travis se coloca entre ellos.

– Ten cuidado. Está mal.

– ¿Qué ha pasado?

– Fue él quien activó la trampa. Pude ser yo, Tony y yo íbamos a liberarlo. Pero fue él. Sé cómo se debe de estar sintiendo en estos momentos.

Bill suspira. Se acerca despacio a Arnold y se sienta a su lado.

– Hey, chaval... –coge aire–. Sé que piensas que la culpa ha sido tuya. Pero recuerda que tú no le mataste. Fue el asesino; te ha usado a ti, pero no ha dejado de ser él.

Arnold no se molesta en apartar la cara de entre las rodillas. Pero Bill sabe que le está escuchando.

– Deberíamos de buscar a ese loco antes de que mate a alguien más... –expone Travis lo bastante fuerte como para que le escuchen todos.

– Yo necesito salir de aquí –ruega Kristen.

– Y yo –le secunda Russell–. Somos menos, pero aún somos bastantes para intentar lo del fuerte en la playa. O... o quizás una balsa. Lo que sea. Pero lejos de esta casa maldita.

Todos tienen la mirada perdida. Por primera vez lo del fuerte parece la mejor opción. Excepto Erin, pues ese debate provocó su salida del grupo y su adentramiento en solitario en la isla. Entonces recuerda algo.

– Se me ocurre algo mejor –empieza ella–. Cuando estuve sola perdida entre los árboles encontré una caseta. Más pequeña y menos perfecta que esta, con lo justo para dormir una persona y un buen armero, del cual cogí cosas como este cuchillo o esta pistola –Kristen le enfoca y ella enseña lo mencionado al resto–. Podemos ir allí a provisionarnos y montar un campamento temporal. Puedo llevaros hasta allí, creo.

– No es una mala idea –responde Tony.

– A mi me parece bien –apunta Travis.

Erin toma aire.

– Además... no estamos solos.

– ¿Qué quieres decir? –se interesa Bill.

– Alguien intenta matarnos, sí. Pero alguien intenta que eso no suceda. Si he llegado hasta aquí es porque alguien me dijo que viniese a alejaros de esta casa.

– ¿Quién? –pregunta esta vez Kristen, cada vez más intrigada.

– No sé, pero entró mientras dormía y me avisó con un cartel escrito con sangre. Sé que puede parecer que claramente es del asesino; pero si quisiese haberme matado, podría haberlo hecho fácilmente.

Bill se percata de que Arnold ya ha levantado la cabeza para prestar atención a Erin.

– Bueno, quizás quería reagruparnos para matarnos con mayor facilidad –observa Russell.

– Eso es cierto –apunta Travis.

– No. No, no. Erin tiene razón –esta vez, para sorpresa de todos, habla Tony–. Cuando salí de la casa después de matar a uno de los asesinos, corrí y llegué hasta la parte alta de la isla, un acantilado de caída mortal. Acorralado, otro asesino iba a dispararme. Pero entonces alguien con un arco disparó una flecha y me salvó la vida.

Tanatofobia [LI #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora