15:56
– ¿Cuánto falta? –Travis necesita pararse a reponer fuerzas, el golpe que se ha llevado en la espalda contra la casa cuando el asesino le ha empujado le ha provocado un dolor constante.
– Poco –se limita a responder la mujer, todavía con el arco en la mano y vigilando todo su alrededor.
A los pocos minutos llegan hasta la caseta que había nombrado Erin.
– Coged todo lo que podáis. Si todo sale bien, no volveremos a tener tiempo de pasar por aquí –explica la desconocida.
Una vez dentro, los seis se provisionan de algunas armas. Bill, que había recogido la pistola con la que Russell había asesinado a Tony, y sumado a la hoz y a la escopeta, decide no coger nada. Erin vuelve a coger una pistola semiautomática, mientras que Arnold opta por un revólver. Travis se decanta por un fusil de caza, junto con la lanza que ya poseía. Y Kristen, que había aceptado el machete que llevaba Tony y que Travis le había ofrecido tras la muerte de este, complementa su arsenal con una ametralladora. La desconocida también se apodera de un cuchillo de hoja recta, semejante a una espada, que coloca atravesado en su cinturón.
– Continuemos, no podemos permitirnos el lujo de perder más tiempo...
Y sin siquiera rechistar, reanudan el viaje hacia su destino desconocido. Erin hacía rato que quería preguntarle a la desconocida quién era, pero no se atrevía a romper el silencio que reinaba en el trayecto, sólo amortiguado por el cantar de algunos pájaros. Tras unos minutos pensándolo, decide atreverse.
– ¿Quién eres?
– Ya habrá tiempo para eso.
Erin suspira. Temía esa respuesta. Bill frunce el ceño, en desacuerdo.
– No. Ahora.
La figura se detiene, haciendo parar a todos. Se vuelve despacio, clavando sus pupilas en las del viejo.
– No.
– Merecemos una explicación. Algo... necesitamos saber que confiar en ti es lo correcto.
– Os he salvado la vida. Y si venís conmigo y dejáis de hacer preguntas, quizás me la salvéis vosotros a mi.
Y, dicho esto, continúa con el camino. Los cinco intercambian una mirada entre ellos y continúan tras ella. Tras algunos minutos sin parar, la desconocida los conduce hasta un acantilado. Se quedan prendados del paisaje. Kristen se acerca al borde para contemplar el espléndido horizonte, la perfecta unión entre mar y cielo. Por primera vez desde que cayó en aquella isla, siente que algo es bello. Pensaba que había perdido la habilidad de valorar la belleza, pero se equivocaba. Mientras Kristen permanecía inmóvil ante el acantilado, los demás habían comenzado a descender por un sendero labrado en la roca de la isla, señalado por la desconocida.
– Sí, es hermoso –Kristen, sobresaltada, se vuelve y descubre a la desconocida tras ella, la única que permanece allí esperándole–. Pero no tardará en volverse todo negro. Mira allí.
La desconocida señala justo en el sentido contrario, en el cielo que se vislumbra tras la espesor de las copas de los árboles, en dirección a la playa donde siniestró el avión. Unas densas nubes de un negro puro, que augura una potente tormenta, empieza a cubrir todo el cielo y en apenas una hora habrá caído sobre la isla en su plenitud. Como una colosal sombra que volverá el día en noche. Kristen siente ganas de romper a llorar. Jamás había sentido tanta violencia en unas nubes de tormenta.
– La ira –justifica la desconocida.
Kristen le observa un instante. Siente la necesidad imperiosa de saber quién es. Ella señala con una mirada a su derecha, al camino por el cual aún avanzan los demás.
ESTÁS LEYENDO
Tanatofobia [LI #2]
HorrorTras los acontecimientos sucedidos en la isla con el grupo de trece supervivientes del accidente de avión, otros trece supervivientes llegan a la isla. Él tiene sed, sed de sangre, y no parará hasta saciarla. Y ellos, los trece recién llegados, no...