Epílogo

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12 años después

Era un día lindo de esos en los que estás feliz solo por que sí, no hacen falta las razones, un motivo para la felicidad era por exceso más de lo que se necesitaba. El mundo había decidido dejar de ser toxico por un día quizá. Por lo tanto era un día perfecto para estar en familia.

Había llegado con mis dos hijos un poco tarde al museo así que la maestra fue la primera en tratar de arrebatarle la belleza a aquel día, pero no lo consiguió.

Me había ofrecido voluntario a servir de compañía paternal a la visita guiada de mi hijo mayor Jacobo. Pocas veces una obligación se hace con tanto gusto y es que aquel era un museo de excentricidades y anomalías fascinante.

Nos unimos al grupo en silencio mientras el guía explicaba a detalle uno de los stand.

Mi asombro no pudo ser mayor.

Esa voz hizo que cada vello en mi cuerpo se erizase.

El guía era un hombre corpulento, alto, curiosamente mucho mas de como lo recordaba.

Frenó en seco su discurso en cuanto me vio llegar.

Parecía haber visto un fantasma. Yo estaba igual.

La interrupción conmocionó a la gente, unos cuchicheaban, otros me miraban a mi y otros a él.

Fue un estado de shock simultaneo. Sin embargo como pudo se reacomodó en sí y volvió a su explicación mientras yo ya estaba sudando y con el pulso aceleradisimo.

Lucía guapísimo, como actor de cine cruzado con Dios griego.

Para cuando terminó informó que la chica junto a él continuaría con la ruta y con ella se fueron mis hijos y el resto de la clase.

Quería correr y abrazarlo, pero me contuve. Gracias a Dios el no hizo lo mismo por que su abrazo estuvo cargado de tantas emociones que aún las puedo sentir con solo describir que fue lo que pasó, yo lo abracé con tantas ansias contenidas en tantos años independientemente de lo que pasó y si mi vergüenza no fuera tanta juro que lo habría besado.

- Y bien, estas aquí. Estúpido Bruno ¿Por que tardaste tanto en reaparecer?

- Esa es curiosamente la misma pregunta que tenía para ti.

Se rió.

- Pero si yo no fui quien se marchó.

- Tal vez no de aquí, pero si te fuiste poco a poco Jac, un día ya no supe como hallarte más.

- Eso es parte de una historia que por ahora no nos conviene hablar, lo que si importa es que estas aquí y mirate mucho mas guapo de lo que te recordaba Bruno. ¿Que fue de ti en todos estos años?

- Pues nunca logré titularme en Buenos Aires por que en el camino conocí a Ana y cuando nos enteramos que ambos seriamos padres la carrera de ambos pasó a segundo plano, sobre todo cuando llegó el segundo. Pero eso ya no importa, es una pequeñez que no se compara con la bendición que son mis hijos.

- ¿Entonces te casaste?

- Si, y actualmente ya me divorcie y tengo a mis hijos por tiempo compartido ¿Y que hay de ti Jacobsen?

- Pues nada de eso, lo mio fue otro tipo de locuras y pues ya ves ¿Recuerdas que siempre quise tener mi propio museo privado?

- No me digas ¿A poco este lugar es tuyo?

- Exactamente, Saranghae

- Creí que nunca me llamarían así de nuevo

- Te extrañe mucho.

- Y yo a ti, ha sido tanto tiempo.

- Tengo algo que mostrarte

Jacobsen me dirigió a una de las salas del museo en donde había creado una especie de monumento a Alma; había allí fotografías, ropa, sus muñecas, sus escritos, su bici... De todo. Si mi conmoción por el reencuentro ya era enorme no puedo describir con fidelidad lo que sentí en ese lugar, todos esos recuerdos de la adolescencia se reanimaron, era un hermoso tributo póstumo, un gesto de cariño entre hermanos. Y mientras paseaba un objeto me llamó poderosamente la atención.

Era una curiosa llavesita con liniecillas doradas cuyo diseño era idéntico al de una caja que hace tantos años me pertenecía pero que nunca conseguí abrir, ni tampoco quise estropearla.

- Quieres decirme ¿que abre esta llave o por que esta aquí?- le pregunté a Jacobsen.

- La verdad no lo se, pero es especial por que fue el regalo de Alma en su última navidad.

Cogí la llave, no sentí que tuviera que pedir permiso, después de todo si era lo que yo pensaba ésta me pertenecía.

- Debo irme Jacobsen, ya se ha acabado la guía de los niños. Fue un placer volverte a ver.

Se quedó callado unos minutos, su mirada fija en mi me desnudaba dejandome incapaz de ocultar ningún sentimiento, la verdad es que no quería despedirme, lo necesitaba, ansiaba sentirlo de nuevo junto a mi, era algo en lo que no había dejado de pensar todos estos años.

Aún así lo deje ir

Entendiendo mi mensaje dio media vuelta y se fue lentamente alejando.

En uno de esos momentos en que tu corazón es capaz de rebelarse contra la cabeza un impulso me atacó.
" Jacobsen " le llamé.

El ahora se giró más rápido y dijo:

"Habrá un brindis por el aniversario del museo este sábado, asegurate de traer corbata"

Una excusa, eso era todo lo que necesitábamos.

Cuando volví a la casa un solo pensamiento me inquietaba. Corrí al sótano y después de casi una hora de escrudiñar entre tantas cosas viejas encontré la caja metálica que me regaló Alma hace tantos años en su última navidad.

Nunca la abrí de otra forma por que Alma había sido muy enfática cuando me dijo que debía conseguir la llave, doce años después este era ya un asunto olvidado, pero los detalles de orfebrería de la llave eran inconfundibles y cuando los vi todo volvió a mi cabeza.

Pensaba que ojalá no me hubiera equivocado pues odiaría estar mas tiempo sin poder abrir la caja.

La llave encajo perfectamente y dentro un papel común con su letra y en el leí la que seguramente sería la frase más enigmática de mi vida
"Jacobsen y yo somos la misma persona"

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