Capítulo trigésimo primero Cuando las amistades se invierten
- Prometo tener cuidado con las heridas, pero si te hago daño detenme.- me dijo Jac
La fricción de su cuerpo contra el mío causaba una avalancha de sensaciones desenfrenadas muy superiores al dolor y el maltrato de los golpes aún frescos. Sus besos eran al principio tan sutiles como pétalos de flores corriendo por el agua, pero de a poco se fueron haciendo cada vez más apasionados, tan llenos de deseo y sedientos de placer, excitantes en cualquier sentido. Su aliento, su respiración y cada uno de sus besos eran medicinales, auténticos analgésicos del alma que hacían olvidar el dolor físico reemplazandolo por un placer carnal.
No tenía idea de a donde íbamos a parar, pero sin duda no queríamos parar. ¿Que si estaba listo? Claro que no, pero Jacob causaba en mi una gran sensación de seguridad.
Un parte en mi decía ¿Dios, pero que estás haciendo? No llevábamos ni 20 minutos en la habitación, debería estar de te reposo. Pero otro lado lo deseaba tan fuertemente, era imposible resistirse cuando se quitó el boxer y arranco mi camisa para recorrer mi torso también y llegar hasta el punto más bajo. El placer me abordaba y la culpa no existía. Al menos hasta que la ví. En el mismo estante donde encontró el sobre, un portaretratos con una foto de Alma. Era lógico que estuviera allí, fue su hermana antes de ser mi novia. No pude con el remordimiento, aquel mínimo instante en que aviste una decoración cualquiera se convirtió en el momento del desastre.
No pude concentrarme en nada más que en la foto. Un sentimiento de culpa me atacó sin moderación, y puso en evidencia lo que tanto me temía: aún después de las horas de terapia no supero que ya no esté.
¿Que pensaría Alma si me viera acostándome con su hermano? No podía seguir con esto, no tengo el descaro para hacerlo. Alma no me lo perdonaría, yo no me lo perdonaría.
- Jac, debo irme, lo siento mucho.
- ¿Pero que, por que? ¿Que sucede?
- Por favor pásame mi camisa, no puedo seguir con esto.
- ¿Hice algo mal?- me pregunto
A esa altura ya las lágrimas emanaban de mis ojos con toda libertad. Quería morir.
Negué con la cabeza y me marché.
- Al menos déjame llevarte- Gritó Jacob desde la cama individual intentando acomodar su erección en la ropa interior.
- No te preocupes, se como regresar solo- le dije.
- Pero si está tarde- comenzó a decir pero el sonido de la puerta lo interrumpió.
Era mentira, no sabía como regresar. Así que me aleje lo más que pude del edificio e intente tomar un taxi. Era difícil sobre todo por la hora, y por que estaba en un lugar muy solo así que comencé a caminar, no teme la vía por que le llegamos solo por sí Jacobsen se le ocurría ir tras de mi, odiaria que tuviera que salvarme dos veces en un día.
Las lágrimas en mi cara levantaban curiosidad en casi todas las personas que había por la calle, así que trataba de agachar la cabeza lo más que pudiera. En cinco minutos habría caminado quizá más de 20 cuadras y ni un solo taxi ví pasar, lo que si era un hecho es que ahora estaba perdido.
Revisé el móvil y tenía 4 llamadas perdidas de Jacobsen y 2 de mi mamá. Ni siquiera lo escuché sonar.
Camine 5 minutos mas y absolutamente cada vez me veía más perdido que antes, el terror llegó a mi cuando el patrón de las viviendas cambió, había llegado a parar en un barrio sin duda, en la boca del lobo, y mis lobos estaban en la esquina, una manada de 5 no por mucho mayores que yo todos vestidos de short, gorra y franelilla, ese momento en el que maldices vivir en uno de los países más peligrosos del mundo.
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Historias Conectadas
Dla nastolatkówEn medio de un grupo de Whatsapp nacerá el amor entre Alma y Bruno, dos jóvenes con ideales de rebeldía y desprecio por la sociedad que deberán enfrentar el rigor de la vida adolescente junto a Jacobsen, Edu y Mia. No hay suficientes lágrimas para...