Capítulo vigésimo cuarto tierra de nadie.
Desperté en una habitación totalmente extraña. Nada podría decir de aquel lugar que no me resultara por completo desconocido, las paredes eran hechas de barro y madera y el techo con tejas tan antiguas que el moho las había hecho negras, los rayos del sol se colaban por una pequeña ventanilla hasta la cama donde misteriosamente yo estaba. Recuerdo que el dolor de cabeza que sentí cuando desperté era fuertísimo casi tan grande como mi confusión, luego busque levantarme lo que me costó un mundo cuando afinque mi pierna derecha y de inmediato recordé la sangre que había en mi pierna la última vez que estuve consciente y entonces me lance a ver por qué sangraba y en efecto alguna herida estaba allí pero cubierta de un retazo de tela o algodón, no lo sé exactamente, muy similar a una gasa.
Cuando me lo permití pude escuchar una serie de voces como en una conversación que venían de otra parte de la casa y con más esfuerzo que el de la primera vez me hice a caminar hasta la puerta cuyo cerrojo particular me detuvo por un minuto. Cuando puse un pie en la sala de después de la puerta tres personas ya me miraban con sorpresa.
- Hasta que despertaste Bruno- dijo la voz familiar de Jacobsen.
- ¿Dónde estamos Jacobsen?
- Ellos dicen que se llama Tierra de nadie
-¿Y quiénes son ellos?
- Bruno, entiendo que no entiendas nada pero creo que será mejor que te sientes, te veo algo alterado- me acercó una silla para que la usará- te contaré todo pero despacio que acabas de despertar y estuviste mucho inconsciente. Ellos son Helga y José, son los dueños de la casa donde estamos ¿Recuerdas todo de las Águilas negras?
- Si, lo recuerdo hasta que dimos con algo y ahí todo se puso oscuro.
- Pues así es, con lo que dimos fue con una pared de esta misma casa, ya habíamos subido bastante la montaña y una luz fallaba, no pude avistarla. Chocamos con esta casa y derribamos esa pared que ves al fondo- con su dedo índice me señaló el lugar de la colisión donde aún estaba la furgoneta no tan estropeada como la pared de barro que de nuevo había vuelto a ser la tierra que alguna vez fue- Bruno me asusté mucho, tú estabas inconsciente y sangrando. Pero gracias a Dios ellos dos nos ayudaron a pesar de que entramos "de golpe" a su casa. Una bala de esos sujetos alcanzó a rozarte la pierna, solo fue un roce superficial o en aquel momento que corríamos no habrías podido caminar más.
- Jovencito creo que no deberías haberte levantado tan pronto, esa herida no está por completo sana- dijo amablemente la señora Helga.
- oh, descuide Ud. si ya casi no me duele.
La señora parecía muy amable, el no tanto. Constantemente nos hacía preguntas sobre nuestra procedencia y las circunstancias de nuestro choque como dejando en claro que dudaba de nosotros; incluso me atrevo a decir que odiaba nuestra presencia lo que era razonable si se considera la forma en que entramos a su casa, sin embargo el hombre jamás menciono de qué modo debíamos pagar por los daños, de hecho parecía no importarle.
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Historias Conectadas
Ficção AdolescenteEn medio de un grupo de Whatsapp nacerá el amor entre Alma y Bruno, dos jóvenes con ideales de rebeldía y desprecio por la sociedad que deberán enfrentar el rigor de la vida adolescente junto a Jacobsen, Edu y Mia. No hay suficientes lágrimas para...