Capítulo 1

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Ese día no era el típico día habitual, las cosas ya no serían igual de ahora en adelante y eso lo sabía muy bien la joven que miraba la lejanía. El inmenso nubarrón que comenzaba a formarse tras la arboleda denotaba con seguridad la tormenta que se aproximaba.

-Señorita-. Susurró la voz tras ella.

Pero ella no dejó su posición. Su postura era recta, dura, parecía una fuerte estatua de tamaño pequeño. Erguida y solemne, permaneció así como si nada pudiera moverla.

Pero oh si claro que algo le movía, algo intenso le estaba moviendo duramente el alma.

Sacudiendo su mundo. Sus expectativas y su tan fuerte admiración por quien fuera su padre. Suspiró, tratando de contener todos los sentimientos que le ocasionaban revuelo en su mente volvió en sí cuando escuchó los pasos aproximarse tras ella.

-Señorita, ¿gusta un vaso con agua?

-Vamos Nicolete-. Sabes que puedes tutearme.

Con los ojos entornados, llenos de decepción, Serena tomó de manos de Nicolás el vaso. Con cierta ansiedad bebió por completo el contenido.

-Don Kenji prohibió terminantemente

Nicolás calló de pronto, al ver la mano de la rubia levantarse.

-Haz lo que quieras, pero debes saber que de ahora en adelante yo, soy la ama y señora de esta casa-. Argumentó con cierta prepotencia mientras avanzaba hacia la salida, rozando el fuete con la mano.

-Pero vienen dos

Serena se volvió de darle la espalda. Erguida e insolente la joven mujer le miró con ojos duros e intimidantes.

-Dos, dos hermanas-. Continuó mientras hacia los dedos refiriendo comillas-. Que no saben nada de todo esto, ya se verá lo que determinó mi padre sobre todo esto. Ya se verá.

Nicolás la observó con atención mientras abandonaba la cocina. Parecía dura e insoportable, prepotente y enpoderada. Pero Serena no era más que una chica muy joven y asustada, asustada de tener que lidiar con todo ella sola.

-¿Vendrán hoy cierto?-. Habló casi para sí mismo, Serena encogió los hombros sin voltear-. Serena por favor dime qué se hará.

-Por eso eres el caballerango ¿no?

-Pe pero, hay que recibirlas, digo, preparar todo-. Corrió hasta la salida, donde apenas y pudo alcanzarle.

Serena subió al caballo y con el pie pegó suave en el costado del animal.

-¡Ojalá no vengan!

...

-¿Entonces la señorita lo tomó bien no?

Ante la cuestión de las hermanas Nicolás hizo un extraño gesto, recargándose en la encimera de la cocina aspiró el suave aroma que emanaba de aquél lugar. Mezclado con el suave perfume de la mujer que allí estaba, Nicolás decidió perderse un poco en tan exuberante ambiente.

-Probablemente querrán algo especial, digo, son citadinas ¿no?

-Poco sé de ellas, Rei-. Acentuó, ligeramente molesto por las preguntas de la bella y curvilínea mujer de fuego.

Sí, probablemente de fuego, ¡fogosa!

-¿Nicky?-. Pero Nicolás no respondió, él, al contrario pareció sumergirse más en sus pensamientos.

Cómo le encantaba que le llamara así, simplemente le excitaba.

Nicky... Nicky...

-¡Nicolás Kumada!

-¡Cielos!

-¡Eso digo tarolas! ¡Cielos!-. Repitió exasperada, dejando de lado sus actividades-. ¿Te dijo algo en particular? ¿Hacer algo especial para recibirlas?

"¡Ojalá no vengan!" Recordó él en un estúpido intento por recobrar compostura.

Pero él aún estaba excitado por cómo le había llamado esa bella mujer que compartía la cocina con él.

Rei era su sueño hecho realidad, su musa inspiradora de tantas noches solitarias. La idolatraba, la deseaba como un tonto.

La miró a los ojos, era hermosa, morena, con temple ardiente y ese largo cabello negro que tanto soñaba con jalar mientras la embestía.

¡Maldición! Ya la tenía bien erguida.

-¿Nick?

"Oh no por favor Rei" pensó él en doloroso anhelo.

-¿Nick?-. Volvió a preguntar Rei, esta vez más cerca.

-Sólo cualquier comida-. Dijo con voz estrangulada- Y que la casa esté limpia-. Soltó casi apenas y le dio la espalda, no quería que viera a su amiguito listo para la guerra.

-... Pero...

Nicolás levantó una mano cuando avanzó espaldas a ella, dejándola parada junto al mesón de la cocina.

...

Serena se encontraba en algún lugar del llano. Pensando en las cosas que estaban por venir, dio un largo suspiro y limpió con el brazo las lágrimas salientes.

-papá.

A pesar de la enorme sorpresa de saber que tenía dos hermanas mayores trató de entender lo que había orillado a su padre a mantenerlo en secreto hasta el día de su muerte.

Amaba a su padre profundamente y le dolía igual el pensar que ellas sólo vinieran a cobrar su herencia.

Se puso de pie, y miró lo bello que era su hogar. No le faltaba nada, absolutamente nada.

-...Sólo un buen varón que te cuide y ame-. Soltó una voz que parecía haber leído sus pensamientos.

Serena giró fuete en mano. Rodó los ojos al mirar al entrometido.

-... ¿Qué quieres, Seiya?

Seiya inclinó hacia un lado la cabeza, sin dejar de mirarla sonrió tenue, como si quisiera leer sus pensamientos.

-Serenita, lamento lo de tu padre-. Le dijo con sinceridad mientras abría sus  brazos. Pero Serena se lo pensó mejor y extendió su mano, Seiya sonrió y albergó la mando blanca de la rubia entre las suyas.

Seiya, quien era un reciente citadino llegado al pueblo, depositó un beso en la mano y se inclinó como si Serena fuera de la realeza.

-Eres la mujer más bella que han visto mis ojos.

Serena contuvo una risa. Seiya le parecía un payaso vestido en bermuda de tela fina y camisa costosa. Los mocasines ya estaban enlodados y obviamente arruinados.

-Disculpa pero en este momento no necesito ¿Varones?-. Preguntó con ironía a su vez que se inclinó a mirar la larga coleta que el hombre lucía.

-¿Esto? -Preguntó él haciendo referencia-. Es mi más grande atractivo- Sonrió orgulloso-Pero por ti Serena podría

No finalizó pues se vio interrumpido por un estruendoso rechinar de llantas en la terracería de la hacienda.

-¿Qué, carajo?

Un auto nada habitual en el pueblo avanzaba como un tremendo bólido hacia la hacienda Tsukino, el conductor hizo un potente giro y se detuvo justo a la puerta.

Serena retiró los binoculares de sus azules ojos y miró a Seiya.

-Tengo asuntos que resolver-. Masculló una vez estando arriba del caballo.

-¿Puedo acompañarte?, Por favor, caminé mucho y -Calló cuando Serena le hizo un ademán de que subiera.

Serena dio un golpecito al caballo y corrieron rumbo a la hacienda ¿Con que ya estaban llegando no?

"Todavía no se enfría el cuerpo de mi padre y ya empiezan a caer los cuervos"

05/11/18.EYP
05/07/19.

Las Tres Tristes TigresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora