Capítulo 8

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Poseedora de un temperamento increíble y belleza inigualable, Haruka Tenou, como ella prefería llamarse por ahora, exhaló. Completamente exhausta, miró su alrededor y sonrió con cierta melancolía.

Era increíble que estuviera ahí, jamás en su vida pensó que llegaría a ese punto.

Su madre nunca le había hablado de Kenji, de hecho, ella misma no había tenido curiosidad por saber de él. Rubia y alta como ella misma, su madre siempre se había mantenido hermética y muy solitaria.

Eso sí, nunca le faltó nada. Quizá por ello nunca preguntó por el difunto.

-Bueno niños, debo irme.

Ataviada en un pantalón de mezclilla y blusa de manga larga a juego sólo sacudió la paja de las piernas y sonrió al mirar atrás. Los potros continuaban sanos y creciendo.

-Veo que te has adecuado a la vida de campo.

Serena se miraba algo pálida, pero tenía la suficiente fortaleza para continuar aunque tuviera que depender un poco de una muleta.

-Bueno, al verte así tenía que hacer algo. ¿A dónde vas mujer? ¿No ves que estás convaleciente?.

Serena hizo caso omiso a las preguntas de su hermana mayor, ya subida en el caballo y la muleta bien acomodada, la joven rubia sonrió cuando Haruka se aproximó para ver sus piernas.

-Estoy bien, mientras tenga fresca la herida-Señaló el pantalón corto que permitía ver el apósito puesto, cubriendo las puntadas.

-¡Oh, ya veo! El mediquillo hace bien su trabajo.

-¡Claro que lo hace! Mi amigo Darien fue el mejor de su clase-. Interrumpió la voz conocida, Haruka torció el labio y Serena saludó cordial.

-Hola, princesa-. Saludó Seiya más cerca, con cierto rubor en las mejillas-. Oh, espero no sea de gravedad-Señaló el apósito.

Serena entre cerró los ojos.

-¿A qué has venido, Seiya?

-Por hoy, no vengo a verte a ti, princesa mía. -Exclamó meloso ante la cara de ajo de Haruka-. Vengo a ver a Haruka

-¿Qué quieres, Seiya?-Le miró Haruka de arriba a abajo. Topándose con algo raro-¿Te cortaste?

Seiya se tapó con torpeza el antebrazo, donde tenía un rasguño extraño.

-Fué mi gato.

Serena agudizó su mirada azul, eso no parecía un rasguño, e iba a decir algo pero

-Haruka te invito a tomar un café.

-No, iré con Serena.

-No, Haruka. Ve con él, yo puedo estar sola.

Haruka miró a Serena como si quisiera traspasarle la cara.

-¡Adiós!

Maldición, esa chaparra se las iba a pagar.

...

Serena debía pagarle, y con creces lo que estaba viviendo con Seiya. No le había dejado hablar ni por un momento, ¡con razón estaba solo! ¿Qué acaso ese hombre no sabía que a una mujer debe de escuchársele?

Pues bien, dejaría a Seiya hablando y sumergida en sus pensamientos permaneció los siguientes minutos, percatándose sólo cuando tenía que asentir.

Deseaba tomarlo del cuello y ahorcarlo ahí mismo, pero no. Prefirió imaginar que lo hacía mientras veía sus labios parlotear y parlotear.

Las Tres Tristes TigresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora