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Salieron del condominio, cruzaron Front Street y fueron al Downrigger's, una conocida marisquería. En un cálido día de verano, no había en Maiami un sitio mejor para comer que la terraza exterior que daba al mar. Yūya pidió una botella de vino blanco y un aperitivo de veneras de Alaska envueltas en bacon, asadas a la parrilla y servidas con salsa de maíz. La melosa dulzura de las veneras era perfectamente equilibrada por el bacon salado y el maíz ahumado.

Tomando una copa de Chardonnay bien frío y sosegada por el encanto natural de Yūya, Yuzu notó que empezaba a relajarse. Habló a Yūya acerca de la meningitis que Serena padeció en su infancia y sus consecuencias, y cómo se había desequilibrado la dinámica de la familia a partir de entonces.

—Siempre tuve celos de Serena —confesó Yuzu —, pero con el tiempo me di cuenta de que no había ningún motivo para sentirme así. Porque ella creció esperando que se lo dieran todo, y esa es una forma terrible de vivir. Jamás termina nada de lo que empieza. Creo que mi madre empieza a arrepentirse de haberla mimado tanto, pero es demasiado tarde. Serena ya no cambiará.

—Nunca es demasiado tarde para cambiar.

—No dirías eso si conocieras a Serena. Lo tiene interiorizado. Francamente, no sé qué ve Yuri en ella.

Yūya tenía los ojos oscurecidos por unas gafas de sol de aviador.

—¿Qué viste tú en Yuri?

Yuzu se mordió despacio el labio inferior.

—Al principio era muy atento —contestó por fin —. Afectuoso. Formal.

—¿Y en el sexo?

Yuzu se sonrojó y miró a su alrededor para comprobar si alguien lo había oído.

—¿Qué tiene que ver eso?

Yūya se encogió levemente de hombros.

—El sexo es el canario en la mina de carbón —al ver la cara de asombro de Yuzu, continuó —. Los mineros llevaban un canario enjaulado bajo tierra. Si había una fuga de dióxido de carbono en la mina, el pájaro era el primero en caer muerto, y entonces sabían que tenían que salir de allí. Así, pues, ¿cómo era?

—No quiero hablar de eso —dijo Yuzu con remilgo.

La sonrisa de Yūya estaba teñida de socarronería amistosa.

—No importa. Ya conozco la respuesta.

Ella abrió los ojos como platos.

—¿Te ha hablado Yuri de nuestra vida sexual?

Yūya entrecerró los ojos fingiendo que se esforzaba por recordar.

—Algo sobre mantequilla, cables de arranque, una escafandra...

—Era del todo normal —susurró Yuzu abruptamente, con la cara colorada como un tomate —. Sexo normal, ordinario, anticuado y aburrido.

—Era era mi segunda suposición —dijo él muy serio.

Yuzu frunció el ceño.

—Si vas a reírte de mí durante toda la comida-...

—No me estoy riendo de ti. Me estoy burlando. Es distinto.

—No me gusta que se burlen de mí.

—Es justo —repuso Yūya con una voz más dulce —. No lo haré más.

Después de que la camarera les tomara nota de los platos principales, Yuzu contempló a Yūya con cauteloso interés. Era un manojo de contradicciones: un reputado mujeriego que parecía haber pasado mucho más tiempo trabajando en su viñedo que persiguiendo mujeres; un hombre que se jactaba de ser despreocupado al mismo tiempo que compartía la responsabilidad de criar una niña.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora