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—... y entonces se ha largado, como un gato escaldado —contaba Yuzu a Rin y Ruri aquella misma mañana —. Apenas me ha dicho nada al salir. No sé si estaba cabreado o muerto de miedo, o las dos cosas. Seguramente ambas cosas.

Después de que Yūya se marchara, Yuzu había acudido a la hostería a ver a sus amigas. Las tres estaban sentadas en la cocina tomando café. Yuzu no era la única que tenía problemas. El carácter habitualmente radiante de Ruri aparecía eclipsado por la preocupación por su abuela, que andaba delicada de salud. Rin acababa de romper con Yugo y, aunque trataba de mostrarse prosaica, resultaba evidente que la situación era difícil para ella.

Cuando Yuzu le preguntó qué había causado la riña entre ellos, Rin contestó evasivamente:

—Yo, esto... le asusté sin querer.

— ¿Cómo? ¿Has tenido que hacerte la prueba del embarazo o algo parecido?

—No, por Dios —Rin agitó la mano en un gesto de impaciencia —. No quiero hablar de mis problemas. Ya lo solucionaré con él. Los tuyos son mucho más interesantes.

Después de describirles la conducta de Yūya, Yuzu apoyó la barbilla sobre una mano y preguntó con el ceño fruncido:

—¿Por qué alguien habría de horrorizarse por pasar una noche en una cama ajena? ¿Por qué a Yūya no le importa tener sexo conmigo, pero la idea de dormir literalmente conmigo le saca de quicio?

—Piensa en lo que es una cama—dijo Rin —. El sitio en el que duermes es donde eres más vulnerable. Estás indefensa. Estás inconsciente. Así pues, cuando dos personas duermen en una cama en ese estado extremo de vulnerabilidad, es un acto de confianza enorme. Es una clase de intimidad distinta al sexo, pero igual de profunda.

—Y Yūya no se permitiría estar unido a nadie —observó Yuzu, tragando saliva para eliminar la punzada de dolor que sentía en la garganta —. Es demasiado peligroso para él. Porque él y sus hermanos fueron heridos reiteradamente por las personas que más deberían quererles.

Rin asintió.

—Nuestros padres nos enseñan cómo tener relaciones. Nos muestran cómo se hace. Cuesta mucho trabajo rehacerse después de eso.

—Quizá deberías hablar con Yūya —sugirió Ruri, posando una mano sobre el brazo tenso de Yuzu —. A veces, si se saca un tema a colación...

—No. Me prometí a mí misma que no intentaría hacerle cambiar o enderezarle. Yūya es responsable de sus problemas. Y yo soy responsable de los míos.

Yuzu no era consciente de las lágrimas que le habían resbalado por las mejillas hasta que Rin le pasó un pañuelo de papel. Suspiró, se sonó la nariz y les notificó que le habían concedido la beca del centro de arte.

—La aceptarás, ¿verdad? —preguntó Rin.

—Sí. Me iré unos días después de la boda de Serena.

—¿Cuándo piensas decírselo a Yūya?

—En el último momento. Quiero aprovechar al máximo el tiempo que nos queda. Y cuando se lo diga, dirá que debería irme, que me echará de menos... pero en el fondo se sentirá sumamente aliviado. Porque él también se da cuenta de esto, de lo que le está ocurriendo a nuestra relación. Nos estamos comprometiendo. Y debemos pararlo antes de que llegue demasiado lejos.

—¿Por qué? —preguntó Ruri en voz baja.

—Porque tanto Yūya como yo sabemos que me hará daño. Jamás podrá decir «Te quiero» y entregar su corazón a alguien —volvió a sonarse la nariz —. Este último paso resulta muy difícil. Lleva a un sitio al que no tiene intención de ir.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora