15

120 14 0
                                    

Desde el momento en que había recibido la llamada de Rin, Yūya se sintió invadido por una profunda preocupación. «Voy para allá», se limitó a decir, y en menos de quince minutos ya se encontraba en el hospital.

Después de entrar en el edificio a grandes zancadas, dio con Rin en la sala de espera.

—Yūya —dijo ella, con la sombra de una sonrisa en el rostro —. Gracias por venir. Es una situación espantosa.

—¿Cómo está Yuzu? —preguntó él con brusquedad.

—Tiene una leve conmoción cerebral, arañazos y moratones, y la pierna hecha cisco. Ligamentos dañados y una fractura.

—Maldita sea —farfulló Yūya —. ¿Cómo ha ocurrido?

Rin se lo explicó precipitadamente, mientras él escuchaba sin hacer comentarios.

—... de modo que no podrá moverse para nada durante algunos días —concluyó Rin —. Y, aunque Yuzu no pesa mucho, Ruri y yo no podemos trasladarla sin ayuda de alguien más.

—Yo ayudaré —se ofreció Yūya en el acto.

Rin soltó un hondo suspiro.

—Gracias a Dios. Te adoro. Sabía que dispondrías de suficiente espacio en tu casa, y además Ruri y yo tenemos esa boda del demonio en la hostería este fin de semana. No podemos perder un segundo, y nos era imposible-...

—Espera —la interrumpió Yūya abruptamente —. No puedo llevar a Yuzu a mi casa.

Rin se llevó las manos a la cadera y le miró con exasperación.

—Has dicho que ayudarías.

—Sí, ayudaré. Pero no puede quedarse conmigo.

—¿Por qué no?

La fuerza de su objeción había dejado a Yūya momentáneamente mudo. Nunca había permitido que una mujer pasara la noche en su casa. Y, sobre todo, no quería que fuera Yuzu. Se había puesto tenso de la cabeza a los pies, y una película de sudor le recubría la piel.

—¿Por qué no puede hacerlo otro? —preguntó secamente —. ¿Y sus padres?

—Viven en Heartland.

—¿No tiene otros amigos?

—Sí, pero no en Maiami. A excepción de Ruri y yo, perdió las amistades que se granjeó con Yuri. No querían fastidiarle poniéndose del lado de Yuzu —con exagerada paciencia, Rin añadió: —. ¿Cuál es exactamente el problema, Yūya?

—Apenas la conozco —protestó él.

—Te cae bien. Has venido corriendo en cuanto te he llamado.

—No conozco a Yuzu lo suficiente para ayudarla a levantarse de la cama y acostarse, llevarla al baño, cambiarle las vendas y todo lo demás.

—¿Qué? ¿Ahora me sales con remilgos? Vamos, Yūya. Has estado con muchas mujeres. No hay nada que no hayas visto antes.

—No es eso.

Yūya empezó a pasearse por la sala de espera vacía, mesándose los cabellos con una mano. ¿Cómo podía explicar el enorme peligro de estar a solas con Yuzu? ¿Que el problema residía, de hecho, en cuánto deseaba ocuparse de ella? No confiaba en sí mismo. Acabaría teniendo sexo con ella, aprovechándose de ella, haciéndole daño.

Dejó de andar y miró a Rin con el ceño fruncido.

—Escucha —dijo apretando los dientes —. No quiero acercarme a ella. No quiero que dependa de mí.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora