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Después de la visita de Ruri, Yuzu se relajó en el sofá con su teléfono móvil y una tablet de lectura electrónica. Yūya le había puesto bolsas de hielo nuevas alrededor de la pierna y le había traído un vaso de agua fría antes de salir a reunirse con los trabajadores del viñedo.

Estaban atareados retirando hojas para dejar al descubierto los racimos de uva que crecían al sol y labrando el terreno manualmente con palas.

—Estaré fuera entre cuarenta y cinco minutos y una hora —anunció Yūya —. Llevo el teléfono encendido. Llámame si necesitas algo.

—No será necesario —Yuzu hizo una mueca cuando añadió: —. Debo llamar a mi madre y contarle lo que ha sucedido. Tendré que hacer acopio de todas mis dotes de persuasión para impedir que venga a verme personalmente.

—Puede alojarse aquí.

—Gracias, pero lo último que necesito es a mi madre girando a mi alrededor.

—La oferta sigue en pie —Yūya se acercó al sofá y se inclinó para acariciar a Renfield, que estaba sentado al lado de Yuzu —. Vigílala —dijo al bulldog, que le miró con solemnidad.

—Es una buena compañía —observó Yuzu —. Es muy silencioso.

—Generalmente los bulldogs no son ladradores —Yūya se interrumpió y dirigió a Renfield una mirada reprobatoria—. Pero tiene flatulencias.

Renfield reaccionó a este comentario con una expresión de suma dignidad, lo que hizo reír a Yuzu. Bajó la mano para acariciar la arrugada cabeza del perro mientras Yūya salía de la casa.
Aunque aún no había transcurrido la mañana, el día era ya caluroso y el sol quemaba a través de una fina capa de nubes. Las ventanas a ambos lados de la casa dejaban pasar la brisa oceánica.

Yuzu se relajó en el sofá y paseó la mirada por aquella sala perfectamente acabada, con el reluciente suelo de color avellana oscuro, la alfombra persa tejida en tonos crema, salvia y ámbar y las molduras de la cornisa meticulosamente restauradas en la intersección de las paredes y el techo.

Cogió el teléfono móvil y marcó el número de sus padres. Respondió su madre.

Por más que Yuzu trató de quitar importancia al episodio, su madre percibió la verdad e incurrió enseguida en un estado de agitada preocupación.

Voy para allá. Cogeré el primer vuelo.

—No, mamá. No puedes hacer nada.

Eso no importa. Quiero verte.

—No es necesario. Me cuidan bien, estoy muy a gusto, y además-...

—¿Quién te cuida? ¿Rin?

—En realidad estoy en casa de... un amigo.

—¿Quién es?

—Se llama Yūya Sakaki.

Tras un silencio perplejo, su madre dijo:

No me has hablado nunca de él. ¿Cuánto hace que le conoces?

—No mucho, pero-...

—¿Estás alojada en su piso?

—No es un piso. Tiene una casa.

—¿Está casado?

Yuzu apartó el teléfono de su rostro y lo miró con incredulidad. Acercándoselo a la boca, respondió:

—Por supuesto que no. Yo no salgo con novios ni maridos ajenos —Incapaz de resistirse, agregó: —. Esa es tu otra hija.

Yuzu —dijo su madre en un tono de amable reprensión —. Tu padre y yo teníamos previsto ir a ver a Serena la semana que viene... Voy a cambiar los vuelos para poder salir antes.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora