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—Tendrás que irte pronto —dijo Yūya.

Se puso en cuclillas y observó cómo Yuto trabajaba debajo de una pequeña escalera de caracol que llevaba desde el segundo piso hasta la cúpula central de la casa. Yuto había raspado y limpiado todas las grietas que había debajo de la desvencijada escalera, y ahora estaba poniendo calzas en los bordes de todos los peldaños y contraescalones. Para cuando su hermano hubiera terminado, la escalera sería lo bastante firme como para sostener un elefante.

—¿Por qué? —preguntó Yuto, dejando de martillear.

—Yuzu vendrá a cenar.

—Dame diez minutos y habré terminado con esto.

—Gracias.

Yūya contempló a su hermano con el ceño fruncido, preguntándose qué debía decirle, cómo podía ayudarle.

Hacía días que Yuto se comportaba de un modo extraño, escabullándose como un gato nervioso. Yūya y Zarc confiaban en que la resolución del divorcio hubiera proporcionado cierto alivio a Yuto, y sin embargo iba cuesta abajo. Estaba flaco y demacrado, con unos círculos oscuros marcados debajo de los ojos como festones funerarios. Era un testimonio de los beneficios genéticos de Yuto que, aun macilento y exhausto, seguía siendo extraordinariamente guapo. En la boda de Zarc se había mantenido apartado en un rincón, bebiendo, y aun así las mujeres no habían podido dejarle en paz.

—Yuto —dijo Yūya —, no vas a caer en esa mierda, ¿verdad?

El martillo se detuvo de nuevo.

—No tomo drogas, si te refieres a eso.

—Tienes un aspecto horrible.

—Estoy bien. Mejor que nunca.

Yūya le miró con incertidumbre.

—Me alegro.

Al oír el timbre de la puerta de la calle, Yūya bajó a ver quién era.

Cuando abrió la puerta comprobó que Yuzu había llegado temprano. Supo en el acto que algo malo ocurría: tenía la expresión de alguien que acaba de enterarse de la defunción de un ser querido.

—Yuzu.

Alargó una mano hacia ella automáticamente, y Yuzu dio un paso atrás. Se apartó de él.

Yūya estaba hipnotizado, mirándola con atención.

Yuzu tenía los labios resecos y marcados, como si se los hubiera mordido. Entonces forzó una sonrisa.

—Tengo algo que decirte. Por favor, no me interrumpas, o no podré terminar. En realidad es una noticia estupenda.

Yūya estaba tan distraído por la falsificada alegría de Yuzu y la evidente desdicha que escondía, que le costó trabajo entender lo que le contaba. Algo acerca de una beca o un programa de artistas, algo sobre un centro de arte de Heartland. El Mitchell Art Center. Iba a aceptarla. Era una beca de prestigio, la clase de oportunidad que había estado esperando toda su vida. Duraría un año. Después, seguramente ya no volvería a la isla.

Luego guardó silencio y le miró, aguardando su reacción.

Yūya buscó las palabras.

—Es una noticia estupenda —farfulló—. Felicidades.

Yuzu asintió con la cabeza, exhibiendo una sonrisa que parecía prendida con alfileres. Yūya dio un paso adelante para abrazarla, y ella se lo permitió solo un momento, pero tenía todos los músculos agarrotados y rígidos. Era como rodear con los brazos una fría estatua de mármol.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora