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Por la mañana, Yuzu consultó su buzón de voz y escuchó un mensaje que Yūya Sakaki le había dejado la noche anterior.

«El condominio aún está libre. Tiene una magnífica vista del puerto, y dista solo dos minutos a pie del Artist's Point. Llámame si quieres ir a verlo.»

Llegó casi la hora de comer cuando Yuzu reunió el valor suficiente para devolverle la llamada. Nunca había sido propensa a vacilar cuando quería algo. Pero desde la ruptura con Yuri, ponía en duda cosas que antes generalmente no cuestionaba, sobre todo a sí misma.

Durante los dos últimos años había estado demasiado absorta en su relación con Yuri. Había abandonado amistades y había dejado de lado sus opiniones y deseos personales. ¿Era posible que hubiera tratado de compensarlo fastidiando y controlando a Yuri? No sabía cómo retomar el buen rumbo, cómo reencontrarse consigo misma. Pero una cosa estaba clara: no era cuestión de andar tonteando con Yūya Sakaki, que era un callejón sin salida en lo que respectaba a relaciones serias.

—¿Tienen que ser serias todas las relaciones? —le preguntó Rin cuando Yuzu así lo había manifestado la noche anterior.

—¿Para qué molestarse si no llevará a ninguna parte?

—He aprendido cosas estupendas de relaciones que no iban a ninguna parte. ¿Qué es más importante, el destino, o la travesía?

—Ya sé que debería contestar la travesía —repuso Yuzu con tristeza —. Pero, ahora mismo, prefiero el destino.

Rin se echó a reír.

—Piensa en Yūya como una de esas atracciones junto a la carretera que resultan inesperadamente divertidas —dijo.

Yuzu la miró con escepticismo.

—¿Como la madeja más grande del mundo? ¿O Carhenge?

Si bien estas preguntas eran sarcásticas, Rin reaccionó con entusiasmo sin límites.

—Exactamente. O quizás una de esas ferias ambulantes con emocionantes viajes en la montaña rusa.

—Odio los emocionantes viajes en la montaña rusa —replicó Yuzu —. Parece que vas a alguna parte, pero cuando termina, estás en el mismo punto de partida, mareada y con el estómago revuelto.

Aquella tarde, a invitación de Yuzu, Yūya pasó por su estudio. Llevaba unos vaqueros gastados y un polo negro. Sus ojos relucían con un asombroso tono turquesa en marcado contraste con su bronceado. Cuando le hizo pasar, Yuzu notó un cosquilleo nervioso en la boca del estómago.

—Bonito lugar —comentó Yūya mirando a su alrededor.

—Antes era un garaje, pero el dueño lo reconvirtió —explicó Yuzu.

Le mostró las mesas de soldar y de luz, y montones de bandejas con vidrio cortado y listo para montar en ventanas. Una parte de los estantes estaba llena de latas de compuesto impermeable y yeso blanco, junto a hileras ordenadas de herramientas y pinceles. La mayor parte del taller, sin embargo, estaba ocupada por anaqueles verticales de vidrio que llegaban hasta el techo.

—Recojo toda clase de vidrio que encuentro —dijo Yuzu —. A veces guardo alguna pieza antigua que podría utilizar en trabajos de restauración histórica.

—¿Qué es esto? —Yūya se acercó a un tesoro hallado de vidrio rojizo y anaranjado oscurecido con plata—. Es precioso.

Yuzu se reunió con él y alargó la mano para pasar los dedos sobre una lámina de vidrio.

—Oh, esto ha sido el hallazgo del año, créeme. Iban a utilizarlo para una gran exposición pública de arte en Ta- coma, pero no alcanzaron los fondos, de modo que todo este maravilloso vidrio experimental pasó más de veinte años encerrado en un cobertizo. Entonces el tipo quiso deshacerse de él, y un amigo mutuo me lo dijo. Conseguí el lote entero por cuatro chavos.

Un Toque De Magia [ADAPTACIÓN +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora