Epílogo.

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Un año después.

Rebecca dejó  las flores frente a la tumba de la mujer que le dio la vida, se despidió  y caminó  de la mano de Stephan  hasta el siguiente panteón.

Un enorme ángel llorando hacía  de lápida para indicar el lugar donde descansa Aira. Con un suspiro tembloroso, Stephan  y ella se acercaron.
Su novio me agachó, y con su mano sacudió  los cadáveres de las flores ya marchitas y puso las nuevas. Lo vio cerrar los ojos, y dar una plegaria silenciosa.

Llevaban cuatro meses desde que decidieron empezar una relación,  pero Rebecca sentía que él  había estado siempre junto a ella. Estaba enamorada, más  de que se permitía admitir, y mientras observaba su perfil fuertemente marcado,  también le habló a Aira con el pensamiento.

Ella le había salvado la vida, y gracias a eso ahora estaba ahí,  con Stephan.

Le había costado demasiado asimilar y comprender el trasfondo del sacrificio que había hecho la chica, ahora solo podía admirar la valentía que había mostrado.

Se arrodilló  también,  y pidió a quien quiera que escuchase por la paz de Aira.
Aunque Stephan  le dijera lo contrario, ella sabía que gran parte de la culpa de que ella estuviese  muerta era suya. Driel  también lo sabía,  y aunque él  nunca la juzgo a viva voz, sentía la carga cada vez que la miraba.

Había un sabor agridulce en todo eso, estaba viva y enamorada, pero como precio por ello la vida de Aira se había extinguido y la Driel  era un infierno en la tierra.  Su novio perdió  a su hermana y aún  así  la amaba.
Era una locura y un completo misterio para ella el por qué  era tan afortunada.

—Estoy listo. —Escuchó  decir a Stephan  mientras se ponía de pie, y le extendía una mano para que ella se apoyará. —Volvamos a casa.

Rebecca sonrió  y aceptó la ayuda.

Su vida había cambiado en el momento que vendió su alma por un beso, pero justo ahora sentía que realmente estaba comenzando a vivir.

Todavía tenía mucho que hacer, mucho que aprender y mucho que amar, pero no estaba sola; y después de haber probado el infierno, el cielo parecía sonreír para ellos.

Mi Alma Por Un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora