Capítulo 17: Intercambio (c)

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Un milagro

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Un milagro.

Un milagro podría devolvernos a Vecky; eso dijeron los doctores, y solo el mismo Dios sabría con que secuelas quedaría. Pero yo sabía lo que realmente la traería de vuelta: Debía sacrificar mi propia alma.

Conduje el auto de Vecky, hasta que las calles comenzaron a parecer más familiares. Dentro de él olía a esmalte de uñas, a cigarrillos y mentas de canela. Un pequeño triángulo, de las reliquias de la muerte, colgaba en medio de parabrisas. Sonríe sintiendo como se apretaba el nudo en mi estómago.

Mientras el auto se deslizaba por las calles que cada vez tomaban una apariencia más colorida, recordé la pesadilla que había tenido esa misma mañana cuando me quedé dormida junto a la camilla de Vecky.

Todo era fuego y miedo.
Estaba caminando en medio de la nada, hacia una cabaña que parecía a punto de querer derrumbarse, dentro: los gritos de mi amiga sonaban desgarradores.
Corrí, sintiendo que dagas trasladaban las plantas de mis pies desnudos, a pesar de que el piso era negro onix y liso.

Cuando entré, ella estaba en medio de la habitación. Gruesos grilletes apretaba sus muñecas hasta fundirse con su carne, la comisura de sus labios estaban cocidas con lo que parecía alambre, y en el momento que ella abría su boca para gritar, la piel de esa zona se desgarraba y se hacia jirones que brotaban borbotones de sangre. Demasida sangre. Su cuello tenía otra cadena, igual de encarnada, y su correa era larga, y terminaba siendo sostenida por Rael; quien sonreía hacia mí mostrando todos sus dientes.
T

iró de la correa, y Vecky soltó un bramido. Ratas, ratas brotaron del suelo y comenzaron a morder sus pies desnudos. Mi amiga no podía ver nada, sus ojos estaban igual de cocidos.
Intente ir hacia ella, pero con cada paso que daba iba quedándome,como si mi piel fuera de porcelana vieja.
Primero mis piernas, pedazos de ellas caían como vidrio. Me sentía igual que una muñeca rota.
Nunca pude tocar a Vecky, y Rael sonrió hasta que mi cabeza cayó al piso y se quebró en mil pedazos.

Él la tenía, de alguna manera Rael había condenado a Vecky a una eternidad de dolor. Me estaba castigando, obligándome a aceptar; empujandome a ir junto a él.

Me detuve delante de la casa que había visitado no hacía mucho, se veía exactamente igual a la única vez que la vi. La reja estaba entre abierta, y me pareció ver que en la ventana que daba a la sala, estaba el mismo hombre de enorme sombrero que había visto en esa habitación el día que Stephan me trajo.

Me quité el cinturón, y bajé. Di unos cuantos pasos vacilante, sin saber si tocar, sin saber exactamente que estaba haciendo ahí. La puerta se abrió antes de que yo tomará la iniciativa, y Noelia emergió, con una sonrisa llena de cinismo y altaneria.

Mi Alma Por Un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora