Capítulo 2: Por Un Beso (C)

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—Hay mejores cosas por las que puedes condenar tu alma.—Su aliento golpeó mi rostro —Saltar de un puente es demasiado predecible.

Sus brazos seguían en mis caderas, y por unos segundos no entendí nada de lo que dijo, hasta que mi sentido común pareció volver a funcionar.
Di un paso lejos, desasiéndo su presa.

Cuando vi sus ojos quise correr. Eran tan negros como el ébano y aún así despedían un brillo siniestro. Eso debió servirme de preludio para todo lo que vendría.

— ¿Quién es usted?—Casi balbucee, dando un paso más atrás, logrando tener una mejor visión del hombre frente a mí.

Su piel era tan blanca como la luna, toda su anatomía parecía fuerte y dura como el frío acero; el cabello negro le caí con algunos mechones rebeldes sobre su frente.

—Soy tu salvador—Añadió como en un ronroneo, acercándose más a mí. Caminando como un predador a punto de saltar sobre su presa.

Mi cabeza dio vueltas, e intenté alejarme un poco más, pero tropecé y caí de bruces al frío suelo.
No podía dejar de mirarlo. Era como si estuviera observado una alucinación. Él no parecía del mundo real.

— Creo que me ha confundido con alguien más—Las palabras salieron rápidamente de mis labios, al tiempo que mi cerebro le daba ordenes a mi cuerpo para que se parará y huyera de ahí lo más pronto posible, pero este parecía entumecido.

Otra fuerte ráfaga de aire pasó, y sus ojos parecieron brillar aún más. Una suave sonrisa se deslizó por sus delgados y rojos labios.

Pareció leer en mis ojos el miedo, porqué negó con su cabeza suavemente, y se agachó hasta quedar a mi altura.

—Tranquila, Rebecca—Susurró, intenté moverme pero estaba paralizada—Estoy aquí para satisfacerte, no para herirte— Un fuerte olor a azufre y madera quemada llenó mis fosas nasales.
Era embriagante.

Tirada en el frío suelo del puente, me sentí adormecida, él acerco su rostro al mío.

— Sé lo que deseas, y he venido a dártelo— Sus labios rozaron mi oreja, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo.
Quise negar lo que decía, pero mi boca no formulaba palabra alguna. Él me miró directamente a los ojos y ahí lo comprendí.

Supe que caería en el abismo, y él me acompañaría en el camino.

—Oh, Dios.— Musité con la voz en un hilo, mi cuerpo temblaba.

— Shhhh— Su frío dedo cayó sobre mis labios—El que esta aquí soy yo.

Acercó su rostro, y con el fuego danzando en sus ojos, pude distinguir mucho mejor sus rasgos. Era hermoso. No había otra forma describirlo. Su cabello era tan oscuro como las promesas que se leían en su mirada, sus labios fino, eran una curva que incitaban al pecado. Podía percibe el calor de su cuerpo cerca al mío. Llevaba una camisa negra, con varios botones abiertos, que dejaban al descubierto la palidez de su duro pecho.

Mi Alma Por Un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora