Colloquium: Entrevista

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Estira su mano para saludar. Al unirse nuestras manos, un choque eléctrico recorre mi cuerpo e intento separar el toque inmediatamente, pero Leo no suelta. No me creo que aquí estoy, frente a él, luego de tantos años y que vea directamente a través de mí. Es como si no me conociera, como si nunca hubiésemos compartido nada, como si jamás nos hubiésemos visto a los ojos.

Hay dos opciones:

1.- Es demasiado profesional, no involucra lo personal en el trabajo y es muy buen actor

2.- De lleno no me recuerda porque no fui especial para él

– Los dejo entonces. – Dice Isabel al cabo de unos segundos que permanecemos en silencio. Mira nuestra conexión, Leo aún no suelta la mano. Nuestras miradas se mantienen fijas en el otro, él frunce el entrecejo a mí, como si intentara descifrar algo en su mente. Isabel carraspea antes de salir, haciendo que Leo salga de un trance en el que se encontraba y corta la conexión. Ahora estamos solos, en esta gran habitación. Espero que haga alguna alusión a lo nuestro, que me pregunte cómo he estado para yo poder preguntarle por qué me abandonó y desapareció sin dejar rastro.

– Tome asiento, señorita Altamirano. – Pero otra vez es impersonal y mira a través de mí. Incómoda, tomo asiento frente a él. – Supongo que, si tuvo tiempo para arreglarse tanto, tuvo tiempo para traer su Currículum. – Qué alivio que el tiempo no cambia algunas cosas, imbécil.

– Por supuesto. Algunos, a diferencia de muchos, podemos hacer muchas cosas a la vez sin complicar nuestras vidas o las de los demás. – Respondo con arrogancia. Eso es Trini, ARRUINA TU ENTREVISTA AÚN MÁS INSULTANDO AL IMBÉCIL DE TU EX. Saco de una carpeta el papel con mi currículum impreso y se lo entrego. Leo, con completa cara de póker, analiza el papel.

– Impresionante currículum... – No puedo evitar inflar un poco el pecho por el orgullo de mi trabajo duro. – Para una mujer. – ¿decías?

– Lo sé, es impresionante para cualquier cocinero de mi edad. – Hago énfasis en la palabra "cualquier". Continúa y así tendrás que seguir en la pastelería de Susy.

– Yo no trabajo con mujeres usualmente. – Dice sin mirarme. Eso ya lo sé, yo solía ser la única. Pienso amargamente.

– Es bueno entonces que yo no lo sea. – Respondo dejando de lado mi amargura. Enarca ligeramente sus cejas, sorprendido. – Soy un cocinero más, mi sexo queda fuera de las puertas del trabajo. – Eso, sigue dejando que se descontrole tu lengua.

– ¿Está casada? – Pregunta de pronto. ¿ES ENSERIO?

– Nadie es tan afortunado y yo soy demasiado inteligente. – Ya puedo verlos, a mi propia mente, al narrador y a ti, golpeando sus frentes. Así jamás conseguiré este trabajo. Leo sonríe un poco, solo un poco.

– Así que, asumo, no tiene hijos. – No mientas. No mientas. No mientas. Suspiro.

– Asume mal. Tengo uno, tiene seis años y ya va a la escuela. – Admito finalmente. Leo enarca las cejas y me mira. Siento que podría, tal y como lo hice en el pasado, perderme en su mirada. Es increíble, seis años han pasado y aún si me dijera que me extraña me convertiría en estado líquido desparramándome por el piso con mi cuerpo y me entregaría a él, figurativamente hablando.

– Pero no está casada. – Frunce el entrecejo, sigue intentando descifrar algo en su mente

– No... – Soy esquiva, seca y distante al responder. Estaría casada si no fuera por ti, hijo de perra. Bien que aún te gusta el hijo de perra. Suspiro.

– ¿Y el padre de su hijo? – Pregunta saliendo de su papel profesional

– No hay. Se fue y nunca supo de él. – Digo cortante y mirando otro lugar.

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora