Primo osculum: Primer beso

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28 de abril de 2010

– La cerró. – Massiel me dijo completamente agitada por correr, seguramente buscándome, cuando me encontró caminando con mirada de zombi hasta la entrada de la uni. – Cerró la página, Trini. – Jadeaba y se tomaba las rodillas para descansar.

– ¿Lo hizo? – Pregunté confundida y con una chispa de esperanza que se encendió en mi interior.

– Si, pero eso no es todo. Trini. Tienes que ir a la enfermería. – Me dijo con urgencia

– ¿Por qué? – No entendía nada y el tono críptico de Massiel no me ayudaba a entender lo que insinuaba.

– Es Leo. – Esas dos palabras bastaron para hacerme correr a toda velocidad hasta la enfermería. ¿Qué le había pasado?

Cuando llegué, vi a Xavier con un ojo reventado, el otro ojo color rojo sangre, una ceja rota, el labio hinchado y cara de pocos amigos. Pasé por al lado y le empujé con el hombro.

– No te voy a decir nada porque la cara de culo reventado que tienes me parece que ya es suficiente. Maricón de cuarta. Deberías agradecer que yo soy una persona decente y borré tus fotos, o todos en la universidad sabrían que lo que te sobra de hijo de puta te falta de... – Le miro la entrepierna. – Allí. – Caminé por el pasillo dejándolo atrás hasta llegar a la enfermería. La peor parte, por suerte, se la llevó Xavier y me alegré. – No tenías que hacer esto. – Dije mientras le miraba las heridas en los nudillos. – Sé defenderme sola

– Lo sé, pero yo lo hago mejor. – Me reí ligeramente ante su tierna respuesta. – ¿Vamos? – Asentí con la cabeza y caminé con él. Me entregó uno de sus auriculares y nos predispusimos a escuchar. El metro de Santiago iba lleno, para variar. Así que nosotros nos quedamos apretados contra la puerta de atrás. Apenas y podíamos respirar. – ¿Estás bien? – Preguntó Leo preocupado. Asentí con timidez tratando de no mirarlo fijamente.

"Perdona si te amo y si nos encontramos hace un mes o un poco más. Perdona si no te hablo bajo si no lo grito muero ¿Te he dicho ya que te amo?"

– Aquí te bajas. – Dije con preocupación cuando el metro estaba parando en la estación "Tobalaba". Leo vivía cerca de la universidad, pero ese día me contó que tenía algo que hacer en providencia así que tenía que bajar en otra estación. Se volteó y al ver la cantidad de gente, concluyó que no podría bajarse.

– Te dejo en tu estación primero, después me devuelvo. – Yo me bajaba unas estaciones más allá así que no fue demasiado tiempo después. De a poco nos abrimos paso entre la gente y logramos salir a tiempo.

Riendo por el desafío que fue bajarnos nos cambiamos de andén para que Leo pudiera tomar su tren a Tobalaba. Mientras esperábamos volvimos a compartir auriculares, pero la música para ese momento ya había cambiado.

– No te tomaba por un fan de la música chilena. – Dije al escuchar la voz de Nano Stern.

– Lo que pasa es que me has inspirado un poco. – Dijo con una sonrisa cómplice. Siempre que pensaba que no podría estar más loca por él, hacía algo como eso que me demostraba que si podía.

"No creo que haya sido casualidad que nuestros dos caminos se cruzaran en la mitad de esta carretera que la verdad la mayoría de las veces solo da soledad"

– Me encanta este cantante. Una vez lo vi en un recital de mi escuela, es muy agradable y alto. Así, – Estiré la mano por arriba de la cabeza de Leo que estaba apoyado en la pared del subterráneo

– No me dejas escuchar. – Dijo enarcando las cejas, divertido.

– Tiene más canciones buenas, muchas más de hecho, hay una que le dediqué a Massiel una vez cuando... – Leo bufó, tomó mi cintura con una mano y mi nuca con la otra, causando que por mi cuerpo recorriera una descarga eléctrica. De piedra me quedé cuando sus labios se encontraron con los míos, como si el mundo se detuviera en su beso, en sus labios suaves y firmes, en sus brazos, en su calor. Ya no había nadie que nos rodeara. Solo estábamos él y yo. Suspiré dejando que su lengua arremetiera con la mía y me rendí ante su implacable beso. Pareció como si pasaran años en un segundo, sentía que volaba, pero que estaba pegada al piso al mismo tiempo. Se separó de mí, cortando nuestro beso y me miró atentamente, con cautela. Abrí la boca para hablar, pero de mí no salió una palabra. Jamás, NUNCA EN LA VIDA, me había quedado sin algo que decir.

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora