Respondeo et memorias: Respuestas y recuerdos

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– No sé quién es. – Responde de manera instantánea. Qué mala eres mintiendo

– Sé que sabes, sé que mientes. Después de un año de mentiras ya sé reconocerlas. – Me mira con desprecio y pánico.

– Está bien. Hace años que no hablo con ella. Fuimos amigas, pero dejamos de serlo hace ocho años. – No miente, pero oculta algo

– Hay más – Digo esperando que continúe.

– Claro que hay más, pero ahora no puedo hablar. – Está más nerviosa que de costumbre. Entrecierro los ojos.

– ¿Quién es? – Una voz masculina muy familiar grita por detrás de la puerta y esta se abre.

15 de diciembre de 2018

La cabeza me dolía y los nudillos me escocían. Detrás de mí, Héctor entró en la oficina, cerró la puerta y se apoyó en la pared de brazos cruzados

– ¿Qué pasó allá afuera? – Preguntó con paciencia.

– No lo sé. – No lo sabía. Yo nunca perdía el control de las situaciones, siempre fui una persona fría y calculadora, en especial en el trabajo. Pero algo ese día tocó un área sensible de mí. Algo más profundo.

– ¿Cómo no sabes? Hermano, jamás te había visto así. – Me estaba escrutando, Héctor me conoce demasiado bien, sabía que algo había cambiado en mi cabeza.

– No tengo idea por qué, pero cuando salí de aquí y lo escuché me enfurecí. Y cuando le ví la cara, no era Ramírez, era otro tipo que jamás he visto pero que me empujó a golpearlo, y quería seguir, Héctor, quería molerlo a golpes. – No sabía qué pasaba conmigo, mi vida se había dado vuelta y todo giraba en torno a Trinidad, fue a ella a quien insultaron. ¿De quién era la cara que vi?

De piel color olivo, ojos negros y expresión de sabelotodo, el hombre que hablaba desde adentro me mira con las cejas enarcadas y sonríe con la mitad de la boca. Solo verlo me recuerda la sensación de aquel día. Le he dado en el clavo, reconozco su cara, lo que significa que lo más probable es que él sepa algo y también Massiel.

– ¿Hiefner? ¿Qué estás haciendo aquí? – Pregunta, su voz es aún más pretenciosa que su apariencia, pero finge simpatía.

– ¿Te conozco? – Se ríe como si me conociera. Enarco una ceja. Sé que lo conozco, no habría reconocido su cara hoy, no hubiera visto su cara ese día.

– Gracioso ¿Qué haces aquí? – Pone su brazo alrededor de los hombros de Massiel. Puedes quedártela si es por mí, imbécil

– Vine a hablar con Massiel, pero puede que tú también me puedas ayudar. – Se burla con su expresión y bufa en respuesta.

– ¿Por qué te ayudaría? – Lo hará, solo quiere parecer superior ante Massiel.

– Porque mientras antes me ayudes, antes me iré y no me volverás a ver en tu vida. – Sonrío falsamente y él lo considera.

– ¿Qué necesitas? Mientras antes mejor. – Dice finalmente y me deja pasar. Tomo asiento en su mesa y Massiel se aleja a la cocina para traer agua.

– Saber algunas cosas de Trinidad Altamirano. – Digo firme finalmente

– ¿Qué pasó Hiefner? ¿Ya la aburriste? ¿Acaso ya se dio cuenta de que eres un tarado y te dejó? – Se burla con sus preguntas. Y aunque me invaden las ganas de molerlo a golpes. Sus preguntas no hacen más que confirmar lo que ya sabía en mi interior.

– Necesito saber todo lo que sepas de ella y de mí. – Bufa, Massiel lo va a interrumpir cuando llega con el agua, pero él no se deja

– De ustedes, no sé nada desde la universidad, bueno, lo último que supe es que se iban a casar, pero después Trini me bloqueó de todo y no pude ver más lo qué pasó en su vida. – Explica con naturalidad

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora