Omnibus veritas: Toda la verdad

2.9K 448 37
                                    

Termino de vestirme y guardo la ropa al final de la jornada. Empiezo a reconsiderar el trago que le acepté a Héctor. Los celos son peligrosos, te hacen tomar decisiones que realmente no quieres tomar. Suspiro. Salgo del camerino y me encuentro con un Héctor arreglado, guapo. Héctor es de tez clara, cabello castaño claro y ojos verdes, me recuerda ligeramente a alguien, pero no sé a quién. Su cuerpo es normal, no está ni tonificado ni robusto y es un poco más alto que yo y va vestido con jeans azul oscuro, camisa a cuadros roja y zapatos negros.

– ¿Vamos? – Pregunta con simpatía. Resultó ser más agradable de lo que esperé, sobre todo después de su desubicado comentario en mi primer día.

– ¿No es muy temprano? – Respondo mirando mi teléfono celular. – Son las seis treinta – encoge los hombros como preguntando "¿Qué tiene?"

– Tendríamos más tiempo para hablar. – Dice tranquilo

– Debo ir a casa primero, hay un hombre que demanda mi presencia. – Sonrío al pensar en mi bebé.

– ¿Tienes pareja? – Enarca una ceja. Me río ligeramente y niego con la cabeza

– Tengo un hijo. – Espero la reacción asustadiza, o el rechazo total, o el "vade retro satanás que llena de hijos estás"

– ¿Cuántos años tiene? – Pregunta interesado mientras me indica con la mano el camino para irnos

– Seis. – Lo sigo por la puerta que da al restaurante

– La edad más tierna. Yo tengo una pequeña de diez y créeme, ESO ES DIFÍCIL. – Me muestra en su teléfono una foto de una preciosa niña de ojos verdes con un par de palos metidos en la nariz. Río sonoramente enternecida.

Caminamos hasta donde tengo estacionada la bicicleta, busco entre las cosas de mi bolso y me lamento en secreto

– Dejé las llaves del candado en el camerino. – Me lamento

– Anda, te espero. – Responde con amabilidad.

– No, mira juntémonos en Patio Bellavista a las ocho, ¿Te parece? Así me pongo más cómoda y hablo con Simón primero. – Ruedo los ojos. Él asiente con la cabeza, entiende a lo que me refiero.

– Está bien, nos vemos. – Me besa la mejilla y se va, yo me devuelvo a buscar las llaves.

Al llegar al camerino recorro a gatas para buscar mis llaves que, estoy segura, cayeron mientras sacaba la ropa de cambio y no las escuché por mis ruidosos pensamientos de arrepentimiento. ¿dónde están? No puedo perderlas. Gateo y veo de reojo como brillan debajo de unos casilleros. Me arrastro para alcanzarlas. Te ves ridícula Trini, tienes veintiocho años, pareces niña de cinco años buscando así las llaves.

– Señorita Altamirano. – Del susto me golpeo la nuca en los casilleros y los hago sonar por todo el camerino

– Aisssss. – Tomo las llaves y sobándome el lugar golpeado me levanto lentamente. – ¿Qué pasa chef? – Le pregunto a Leo que me mira con la mandíbula tensa.

– Creí escucharla decir que no venía en busca de un marido. – Dice con desinterés y desdén. Su comentario me sorprende.

– No vine a eso. – Respondo tranquila

– Héctor es uno de mis mejores cocineros. Evite causar drama – ¿Qué pasa? ¿Estás celoso? Pienso

– El drama... Chef. Te lo estás armando tú solito, imaginando unas cosas y viendo otras donde no las hay. En la cocina yo soy un cocinero más, como se lo he dicho en repetidas ocasiones. – Me acerco a él. Su perfume me trae mejores días a la cabeza, pero no dejo que eso me afecte. Por ahora. – Pero lo que yo haga o deje de hacer fuera de la cocina no es de tu incumbencia y no pienso dar explicaciones por eso. – Tomo mi bolso de donde lo había dejado y emprendo camino afuera. Leo toma mi antebrazo haciéndome voltear

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora