Dies duos: Día dos

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Suena la alarma a las siete de la mañana. Despierto, apenas, con Simón abrazado a mi cuerpo. Cierro los ojos un momento, pero prefiero levantarme enseguida antes de quedarme dormida. Entro al baño para lavarme los dientes, hacer pis y bañarme como todas las mañanas.

Preparo panqueques para desayunar con Simón, quien llega rascando sus ojos a sentarse a la mesa. Estira sus labios a mí para que lo bese y poso los labios en su frente cariñosamente.

– Manjar o Mermelada. – Pregunto aun cuando sé la respuesta.

– Mantequilla. – Responde golpeando con el puño la mesa demandando sus panqueques.

11 de mayo de 2010

– ¿Qué prefieres? – Le pregunté a Leo mientras mirábamos el cielo lleno de nubes. – Humitas con azúcar o Tomate.

– Tomate. – Respondió automáticamente. – Empanadas con o sin pasas

– SIN. ¿Cuál es tu problema? – Respondí, haciéndolo reír. – Panqueques con manjar o mermelada. – Se apoyó en el codo y me miró arrugando la nariz con algo de vergüenza

– Mantequilla. – Dijo con una media sonrisa. – Lo sé, soy raro

– Bueno... Sí, un poco. – Respondí sonriendo

Luego de desayunar con Simón me despido y emprendo camino al hotel. Voy con más de media hora de anticipación. Estaciono la bicicleta y llego directamente a la oficina de Leo en el restaurante, suspiro antes de tocar.

– Pase. – Grita desde adentro, entro y lo miro. Está cansado, se le nota. Las ojeras bajo sus ojos y la forma de respirar. Sé que está estresado, las ganas de sentarme a su lado y hacerlo dormir como lo hice en el pasado cuando estaba así vuelven a mí de golpe. Sacudo la cabeza.

– Disculpa, es solo que quería preguntarte si hoy estaré en cuarto frío o me moverás a algún otro cuarto... – Pregunto con la voz más suave que puedo, haciendo que frunza el entrecejo con confusión.

– Hoy la necesito en cuarto de pastelería. Gracias por llegar temprano. – Su mirada vuelve al monitor de la computadora

– ¿Te sientes bien? – Pregunto antes de poder morderme la lengua. ¿Por qué te preocupas?

– No, pero es algo de todos los días. Solo una jaqueca, está bien. – Dice sin mirarme, pero casi, casi sonriendo.

– Está bien, voy a preparar el cuarto. – Asiente con la cabeza.

No lo hagas Trini. ¿Y por qué no? Me necesita. Trini, NO. Entro a la cámara fría y saco un par de limones los cuales estrujo en un vaso de shot agregándole una pizca de azúcar. Vuelvo a la oficina y golpeo la puerta.

– Pase. – Grita nuevamente desde adentro. – Usted otra vez. – Dice en un suspiro algo enojado cuando me ve.

– Toma. – Digo dejando el vasito en el escritorio frente a él

– ¿Y eso? – Frunce el entrecejo hacia el vaso con desconfianza.

– Es perfecto para las jaquecas. – Me mira dubitativo. – Vamos, no te hará daño probarlo, es solo limón. – Me volteo y cierro la puerta detrás de mí, sonrío porque sé que la curiosidad podrá con él y terminará por hacerme caso.

Luego de sanitizar e higienizar el cuarto empiezo a reunir las materias primas para los postres que sé que tienen en el menú. Parfait de maracuyá, Eclaires, Coulant de chocolate, Panna cotta y Ravani.

Pronto llegan tres cocineros, dos de cuarto frío y uno de cuarto de pastelería.

– Hola, – Me saluda. – Es tu segundo día, ya duraste más que el anterior. Felicidades. – Sonrío un poco. – Pablo, el maestro de pastelería, viene subiendo, él te dirá qué hacer. ¿Tú has hecho la mise en place? – Asiento con la cabeza. – Gracias

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora