Negotiis permixtos: Enredos

2.7K 415 17
                                    

– Está bien, entonces vira aquí y es la tercera casa después del semáforo. – Le indico y vuelvo a dirigir mi mirada afuera. La canción terminó y ahora suena una que no conozco. La ignoro.

– Oh, mañana, ¿puede quedarse un doble turno? – Me volteo a mirarlo cuando rompe el silencio. – Acabo de recordar que no se lo había pedido a usted. – Me habla con una suavidad que se siente como un bálsamo. – Tenemos una fiesta de fin de año de la empresa el sábado y no se trabajará ese día. Asi que hay que dejar todo preparado para el cóctel de la fiesta. – Lo pienso detenidamente. – Si no puede está bien, sé que tiene un hijo y eso puede complicar las cosas un poco. – Está más amable ¿Por qué? ¿Qué cambió en los últimos cinco minutos?

– Si no tengo que trabajar el sábado no creo que haya problema. – Digo al cabo de unos minutos con una sonrisa educada.

Cuando llegamos a la casa, Leo estaciona y se baja, asumo, para sacar la bicicleta del maletero. Cuando voy a abrir la puerta Leo me sorprende y la abre para mí. Me sonríe educado descolocándome.

27 de abril de 2010

– Y bueno – Dije acostada en el pasto de la universidad mientras esperábamos para entrar a clases. – Xavier me hizo creer que yo le importaba, me pilló volando bajo, sola... – Suspiré mientras le contaba la patética historia del primer "casi algo" de Trinidad Altamirano. – Estuvo más de un mes completo intentando que saliera con él a tomar un café. Yo no me fiaba de él y mis amigas tampoco, pero terminé cediendo y le dije que sí. Salimos por un mes hasta que nos acostamos. De ahí todo fue en picada, me evitaba, inventaba excusas para no verme. Más pronto que tarde descubrí que estaba intentándolo con otra. Lo mandé a freír monos al África y me alejé de él. – Me volteé para mirarlo porque se había quedado en absoluto silencio por un momento. Estaba serio y distante pero no me callé, seguí hablando. – Cuando no le funcionó con nadie más volvió a buscarme y como yo nunca más le di cabida – encogí los hombros – se obsesionó.

– Xavier es un imbécil de proporciones industriales. – Concluyó al cabo de unos momentos

– Bueno, pues sí. – Me reí. – Pero yo le di una oportunidad así que eso también me hace imbécil a mí.

– CLARO QUE NO. – Levantó la voz haciéndome sobresaltar. – Tú no eres imbécil por confiar en alguien que se supone que es de fiar. El imbécil es él porque debió tratarte como una princesa. Qué va, como una reina. – Sentí que me convertía en un tomate andante con sus palabras y me volteé otra vez para evitar su mirada. – Eres graciosa, inteligente, talentosa y, aunque un poco peleadora, eres adorable. Él es un imbécil porque se perdió a una gran mujer por priorizar ser un mujeriego descerebrado. – Leo y yo, no sabía cómo, nos habíamos vuelto muy unidos en menos de un mes. Yo me volvía loca por él y era insólito porque apenas lo conocía. No decía nada porque estaba claro lo que él sentía por mí. Nada. Nada más que una simple amistad.

Salgo del auto de Leo, el tráfico no estaba tan mal pero ya está comenzando a anochecer. Temo que salga Simón de casa y terminen por encontrarse. Y aunque intento despedirme rápido, Leo no me deja. Me toma de la muñeca antes de que pueda llevarme lo que queda de mi bicicleta a casa.

– La fiesta del sábado es para que entre todos nos conozcamos mejor... Si quieres, puedes llevar a tu hijo, lo pasará muy bien, estará la hija de Héctor y algunos niños más. – Se ve nervioso, distraído y está más atento a mí que antes.

– Gracias, lo consideraré. – Me quedo mirándolo y sonriendo, como estúpida. Por un milisegundo me permito imaginar que las cosas entre él y yo podrían funcionar una vez más. No olvides que ese hombre te dejó a pasos del altar. No lo olvido, pero se vale soñar. Puedo verlos a ustedes rodando los ojos ante mi constante batalla interior.

Casi, casi te recuerdo. Serie Casi, Casi #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora