Capítulo 26

21 2 0
                                    

Mia

Quito la piel de mis uñas con frustración. He quedado con la rubiales de Jessica, el doctorcito y Tyler en esta cafetería para luego ir al cine y ninguno se ha dignado en aparecer en media hora. Veo mis manos y sonrió con amargura, llevo mis uñas cortas y sin pintar, se ven tan fuera del lugar comparados con la apariencia de todo lo demás, desde que dejé de usar uñas acrílicas por consejos de Héctor. Guácala! Solo de pensar en él se me revuelve el estómago de fastidio el muy pedazo de imbécil sí que me ha sabido cabrear en grande, desde que lo conocí siempre me buscaba las cosquillas siendo cortante, indiferente, grosero y yo que soy igual chocamos de maneras colosales cada ocasión que hablábamos. Mierda! Que frustración (y excitación), el hombre me encanta inclusive pensé que por primera vez en la vida quería una relación estable normal salir a cenar, conocerse y esas mierdas que nunca me interesaron.

Él, ese licántropo sarcástico y gracioso se robó toda mi atención, luego de que él entrará a nuestras vidas empecé a ver las cosas con mayor detalle, me fijé en como se le arrugaba la nariz al reír, la manera en que se frota el índice contra el labio inferior cuando tiene curiosidad o lo intimidante que se ve cuando frunce el ceño y te hipnotiza con esa mirada azul casi fluorescente.

Jamás diría que me enamoré porque eso no puede ser, Mia Williams no se enamora, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Pero ese hombre me gusta en todos los sentidos, lo deseaba tanto en mi cama que quería gritar de rabia con cada vez que le coqueteaba y el muy infeliz solo me ignoraba, estuve a punto, a punto! De proponérselo así sin más porque me estaba volviendo loca, siempre he tenido lo que he querido y no estoy acostumbrada a que no sea de esa manera. Entonces fué donde caí bajo, citaba a uno que otro admirador a llegar al apartamento cuando él estaba, le dije a mi padre que quería un auto nuevo, quería que me lo mandara con un moño y a nombre de otra persona solo para saber si tenía algún efecto en él, el saber que otros hombres me deseaban, que se morían por un poco de mi atención, pero nada funcionó, me fuí encabronando más y más hasta el punto de estar siempre de mal humor -oh más de lo acostumbrado- empecé a tratarlo mal sin razón y él me respondía con el mismo nivel de hostilidad, él en mi vida fué algo así como una cucharada de tu propia medicina en todo el sentido de la palabra, sí que me hizo reflexionar sobre mi vida, pero me estaba ablandando demasiado así que decidí que era suficiente de estupideces por mi parte y me alejé de él, de la droga que me estaba volviendo loca aún sin probarla.

Suena la capanita de la puerta de la cafetería, anunciando la llegada de más clientes y así interrumpiendo mi monólogo interno me volteo para ver, es el doctorcito, que hoy se ve tan guaperas como siempre, mi amiga es muy afortunada al tenerlo a él, ridículamente atractivo y perturbantemente loco por ella.

Le doy un repaso al doc, no porque este buenísimo -aunque lo está- si no por costumbre, pulcramente vestido, peinado a la perfección, ni un pelo fuera del lugar, sin ninguna pelusa o arruga en el traje. Con lentes de marco ancho, por lo visto antireflejo ya que se puede apreciar perfectamente el azul de sus ojos, las pestañas castañas espesas y la ignorancia de que lo observan todas las mujeres y hombres del lugar.
Traje formal? Ah claro ya recuerdo, él y Jess ivan a una conferencia de medicina. Que divertido! Iuuu. Y dónde están los demás?

 Y dónde están los demás?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Solo sucedió ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora