XVI: Estúpido miedo al compromiso.

1.5K 146 39
                                    

James siempre había odiado los hospitales, buscaba ir al médico lo justo y necesario. Era de aquellas personas que si tenían un catarro; preferían automedicarse a tener que ir a la consulta del doctor. Por eso se le hacía raro estar en aquella fria sala, con un pañuelo empapado de sangre sobre una nariz que no dejaba de sangrar. Además de un labio hinchado y de una pequeña brecha en la ceja.

Pero no estaría pasando por eso sino fuera por Anne, quien era tanto la víctima por el enfrentamiento como la culpable de que James se encontrara allí. Se había empeñado en que debían ir al hospital y antes de que Devlin pudiera negarse en rotundo, ya había pegado un gran silbido y parado a un taxi.

James tuvo que aceptar, tenía miedo a que Levi le pateara las pelotas. Pero sobretodo había aceptado porque no podía decirle que no. Cuando se giró sobre sus talones y le rogó, con un brillo de desesperación en esos ojos verdes, que subiera al taxi lo supo; era superior a sus fuerzas.

Las paredes blanquecinas, el olor a enfermedad y la frialdad que impregnaban los pasillos ponían a Anne de los nervios. Hacía mucho tiempo que se prometió a sí misma que no volvería a pisar un hospital, pero allí estaba; dando vueltas como loca intentando calmar un corazón sobresaltado y un cúmulo de recuerdos que se agolpaban uno sobre otro, rogando por un poco de protagonismo. Le habría encantado ser capaz de parar la hemorrágea nasal de James o de saber coserle la brecha de la ceja, pero no poseía tales conocimientos. Y era lo suficientemente inteligente para saber que el único lugar capaz de abarcar esas necesidades era la sala de urgencias de un hospital.

— ¿Puedes estarte quieta cinco minutos? —preguntó un James molesto, con una voz nasal un tanto cómica.

Anne le miró de reojo, reservándose las ganas de mandarlo a la mierda.

El teléfono de James comenzó a sonar, impidiendo que Anne le contestara con un improperio. Lo cual era de agradecer, pues sólo habría conseguido que el cabreo de Devlin fuera en aumento. Lo sacó del bolsillo interior de su chaqueta y descolgó, era Tyler.

— ¿Cómo estás? —preguntó su amigo un tanto desesperado.

— Hasta los huevos de esperar —cuando James estaba realmente molesto, las palabrotas se multiplicaban en su boca.

— ¿Estás en urgencias?

— Sí —asintió, como si pudiera verlo. Era una imagen un tanto bochornosa; con una mano sujetaba el pañuelo empapado y con la contraria el teléfono móvil— Dame buenas noticias, por favor.

Tyler se calló unos segundos que a James le parecieron eternos. Se hubiera echado las manos a la cabeza, de haber podido.

— Dejémoslo sólo en que tengo noticias —escuchó como tragaba saliva— Hemos conseguido que Douglas recuperara la conciencia y lo hemos llevado con su esposa. Porque sí, efectivamente está casado. Ella se encargará de curarle las heridas y darle una buena ducha fría.

— ¿Y el señor Bridget? —preguntó ansioso, sin dejarlo proseguir.

— Lo he llevado hasta su hotel y bueno, me ha dicho que mañana hablaríamos de todo esto.

James suspiró exhausto y apretó la mandíbula, aquello no podría deparar nada bueno. Había vuelto a cagarla, dándole la razón a su padre.

Colgó sin despedirse. Lo único que quería era que le atendieran de una maldita vez y poder irse a dormir durante, por lo menos, un mes. Aquel día estaba siendo el más largo de su vida.

Intentó relajarse, pero era imposible. Tenía los ojos clavados en el suelo y aún así podía sentir a Anne dando vueltas de un lugar a otro mientras se mordía las uñas.

Amor y otras enfermedades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora