XXI: Los tíos pensáis con el pene [II]

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Desde la visita de su madre, el día de James no había mejorado. No era capaz de encontrar el informe que debía enviar con suma importancia, el café se le había derramado por toda la mesa salpicándole hasta la corbata y había tratado a su secretaria como un verdadero capullo. Cualquiera diría que ese día se había levantado de buen humor. Pero lo que era peor, es que no se quitaba de la cabeza el trato de su madre. Ella solía ser un trocito de pan en comparación con su padre, ¿acaso los papeles se había invertido por un momento?


Contempló el reloj de su muñeca, comprobando que era tan tarde como sospechaba. No se había percatado de que ya había anochecido y la planta se encontraba prácticamente vacía. Se echó hacia atrás en su silla, estirando sus piernas entumecidas y pensó en su hermano Danny. Hacía varios meses desde la última vez que lo vio, ni siquiera se había tomado la molestia de descolgar el auricular del teléfono y llamarle para preguntarle cómo estaba, qué tal iban los preparativos de su boda. Se sentía como un pésimo hermano, actuando de un modo tan egoísta como su padre. Se frotó las sienes con ambas manos, empezaba a dolerle la cabeza. Allí sentado, en la oscuridad de su despacho con la luz reflejada de los edificios contiguos, se percató de lo solo que se sentía. Sólo era capaz de llamar familia a una única persona y había estado tan ensimismado en sus propios asuntos que ahora desconocía hasta el por qué de la reunión que Danny había organizado. Siempre se centraba tanto en su trabajo y en conocer gente nueva, como excusa perfecta para alejarse de su vínculo familiar, que no se daba cuenta de estar perdiendo la relación con su hermano.


Bostezando, agarró la cartera y su teléfono móvil que yacían en la mesa de cristal y abandonó el despacho como una bala. Se adentró en el ascensor sin necesidad de esperar a que éste llegara, pero una vez dentro se detuvo. ¿A dónde iba con tanta prisa? Quería tanto huir de la oficina solitaria que no se había fijado en que ir a casa supondría estar igual de solo. Convirtió su mano derecha en un puño y apretó con fuerza, haciendo un gran esfuerzo por no golpear la puerta de acero. De repente, el recuerdo de una dirección vino a su cabeza.


En la 129th, por Old Broadway.


Cuando sus pies sintieron el asfalto frío de la ciudad, ya sabía hacia dónde dirigirse.



Aquella noche Anne no trabajaba, así que aprovechó la libertad que le ofrecía su apartamento para disfrutar un poco de sí misma y de Calcetines. Emma trabajaría hasta tarde en el bar, por lo tanto, no habría visitas sorpresas de traseros desnudos corriendo por el pasillo.


El equipo de música emitía un poco de rock, Anne se había asegurado de subir el volumen lo suficiente para escuchar a Jon Bon Jovi cantar desde su cuarto de baño. Frente al espejo, coreando la letra de Keep the faith, se deshizo de toda su ropa. Calcetines no dudó en colocar su pomposo trasero gatuno sobre el montón de prendas apiladas a los pies de su dueña. Extrañada, Anne dejó de cantar por un momento, contemplando frente al espejo sus pechos. El izquierdo estaba notoriamente más hinchado que el derecho, y de un color rojizo. Con los labios fruncidos, Anne se dispuso a palpar su pecho, pero antes de que sus dedos se instalaran alrededor del seno, ya había apartado la mano involuntariamente por el dolor. Pudo descibrar los dientes de James alrededor del pezón, marca del último mordisco que le dio. Ya no recordaba cuando había sucedido, pero al parecer Devlin tenía verdadera hambre aquella noche porque la señal aún se mantenía.


James había conseguido entrar en el edificio de milagro, un jóven de aspecto francés salía justo cuando él llegaba y pudo sostener la puerta con la punta de su pie antes de que esta se cerrara por completo. Buscó en los buzones su nombre, el miedo de que le hubiera engañado se mantenía presente hasta que contempló su apellido en el pequeño papelito. Decidido a seguir con su plan, subió las escaleras de dos en dos, tenía tantas ganas de verla que no se había dado cuenta de que el ascensor estaba disponible.

Amor y otras enfermedades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora