Los camareros no tardaron en comenzar a servir la cena. De primero hubo una suave crema de calabaza con champiñones. James puso cara de asco en cuanto el camarero se la colocó delante, no creía que comer nada aquella noche fuera a sentar bien a su estómago. Sentía las miradas de toda la mesa sobre él y Anne, juzgándola internamente y creyendo que podían definir cómo era tan sólo por su osadía. Él llevaba meses tratando con ella y le sorprendía diariamente, conociendo cada semana una parte distinta de ella.
Joseph, en especial, no le quitaba el ojo de encima a Anne. Y eso la ponía realmente nerviosa, odiaba que la gente la observara cuando hacía algo y eso era algo que James sabía perfectamente. Quiso pegarle un puntapié a su padre por debajo de la mesa, pidiéndole que se calmara de una vez. Pero aquello solo podría empeorar las cosas.
— Bueno, ya que hay alguien en la mesa que no conocemos, creo que debería de contarnos algo más sobre ella —puntualizó Joseph, con una maldad singular en sus ojos.
Anne dejó de tomar crema de calabaza, otra cosa que odiaba eran las presentaciones. ¿Qué debía decir ahora; que se dedicaba a bailar por dinero? Bueno, era la verdad, pero no creía que fuera el momento adecuado.
— Me llamo Anne, tengo 23 años. Digamos que soy animadora de multitudes —James comenzó a toser mientras bebía de su copa de vino, nunca había escuchado tal descripción sutil de su trabajo— Y no me gustan ni las mentiras ni los viejos verdes.
Esa úlrima parte miró especialmente a Joseph, James fue testigo. Aquella chica era una diosa con las sutilezas.
— Ni tampoco la clase, por lo que se puede comprobar —murmuró Kat, limpiando su boca con la servilleta.
— No entiendo especialmente a qué te dedicas, Anne —masculló Caroline como si le doliera pronunciar su nombre. No le caía bien, estaba claro, pero podría disimular un poco mejor.
Anne elevó la mandíbula para explicarlo, aunque no sabía muy bien cómo, se dejaría llevar por la improvisación. Pero James se adelantó.
— Es animadora en fiestas, cumpleaños... Se encarga de entretenerlos; como los payasos y los niños, mamá.
Había sido una explicación penosa y totalmente improvisada, pero ver que su madre asentía sin rechistar le hizo poder coger aire. Lo que le extrañaba es que su padre aún no hubiera hecho ni un solo comentario.
— Bueno, no importa —hizo un ademán con la mano— Katherine es abogada, bueno, está estudiando para serlo. Pero como si lo fuera.
— Sí, eso me ha comentado su hijo; pero creo que no ha pasado de segundo de carrera ¿no? —James se paró en seco, no recordaba haberle comentado eso, aunque fuera cierto— Si no se le da bien, siempre puede desarrollar otras aptitudes.
Lástima que vívora no esté recogida como carrera universitaria, sino; no le haría falta ni el máster.
— Bueno, al menos cuento con el dinero para permitirme estar en una de las mejores universidades —contraatacó ella.
— Sí, paseando la mochila —susurró ella. James le golpéo el muslo por debajo de la mesa y la reprendió con la mirada, lo que enrabietó más a Anne.
James estaba sudando y con el corazón a mil, era una de las situaciones más difíciles a las que se había enfrentado. Estaba deseando que acabaran de traer platos para poder levantarse del asiento y alejarse de aquel lugar.
Por suerte, antes de que repartieran el postre, encontró el momento adecuado para huir de aquel ambiente: su vejiga le estaba pidiendo un descanso. Se disculpó por abandonar la mesa, ya que era de mala educación y se dirigió hacia la puerta casi corriendo.
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Amor y otras enfermedades.
Romance"A veces la vida te pone delante de gente de la manera más inusual posible. ¿Cuáles eran las probabilidades de que encontrara al amor de mi vida en un local de striptease? Nulas, pero lo hice. Lo hice y no me arrepiento. Dicen que el amor es un jueg...