Cap 3

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Maria salió de la oficina un tanto nerviosa y pensativa, que se creía esa mujer para tratarla así? Creía que porque tenía el suficiente poder iba a tratar así a todo mundo? Pero por otro lado sentía pena por ella y no se explicaba porqué y con pasos firmes se dirigio al ascensor.
Camila alcanzó verla y por la expresión que llevaba esa mujer pudo deducir que fue una víctima más del mal humor de su amiga, como siempre que venían proveedores, empresarios, o algún otro tipo de reunión que ella lo lleve acabo terminaba asì, suspiró profundo e ingresó a la oficina de Victoria.

_Acabo de ver salir a María, vieras lo sonriente que salió de aquí, tú como siempre tan amable Victoria—se acercó y tomó asiento quedando frente a Victoria.
_Si viniste a decirme eso, te pido que te retires Camila no estoy de humor para soportar tus chistesitos de mal gusto ¡Hoy No!—Expresó exaltada.
_Tú nunca estas de humor y sabes qué? Nadie tiene la culpa de eso y tú lo sabes.

Victoria hizo caso omiso a sus palabras, no quería discutir con Camila precisamente.

_Cierra la puerta cuando te vayas y que por favor nadie me moleste, a no ser que ya se hayan cumplido las dos horas que le dí a ese incompetente para que me entregara las telas y de no ser así quiero que Oscar prepare los papeles para la demanda y me los traiga, solo eso—giro su asiento quedando de espaldas.

Camila no tuvo más remedio que retirarse sin ninguna protesta.


Mansión San Román


María fue a buscar a Estrellita de la escuela para después dirigirse a la casa, ese día Esteban le prometió que vendría a comer por lo que así lo hizo, terminaron de almorzar y la niña fue a su habitación con la nana y María y Esteban se quedaron conversando en el despacho.

_Como estuvo tu mañana mi vida? Al rato ya nos regresamos juntos a la empresa así te ayudo a terminar los pendientes que no pude hacer por ausentarme—le decía María a Esteban, quienes se encontraban sentados en el living.
_Pues no voy a negarte que me hiciste mucha falta, te extrañé pero no quiero que te preocupes mi Amor, tú también tienes muchos trabajos y no quiero que tengas una carga más—Tomando sus manos entre las suyas.
_Siempre me he encargado de ayudarte sin descuidar mís compromisos en la platería, no es una carga, lo hago con gusto para ayudarte y estar cerca de tí—le sonrió acariciando su rostro.
_Gracias mi amor, no sabes lo feliz que estoy de que trabajes conmigo. Te amo!—beso una de sus manos y le dio un beso en los labios—Y cuéntame como te fue con la diseñadora? Que tal su humor?—sonrio divertido.
_Ay! ni me lo recuerdes fue mucho peor de lo que imaginamos, esa mujer es el mismísimo Diablo.
_Cuéntame que pasó, porque hasta me asustas. Te hizo algo esa mujer—lo miró confundido
_No, como crees! Pero es extraña, sabes? Tiene algo que no logro decifrar en ella, tiene una mirada triste llena de rencor y odio, no quisiera hablar sin saber bien como es, pero esa fue mi primera impresión. Hasta creo que no llegué en el mejor momento porque vieras el humor con el que estaba, pensé que no me recibiría.
_¿Pero qué te dijo? Le gustó la colección siquiera?—preguntó un poco irritado por lo que le estaba contando su esposa.
_A pesar de su caracter y todo lo que te conté le gustó mis diseños—sonrió emocionada—solo me pidió que haga algunos ajustes que se los voy a llevar mañana mismo, no quisiera quedar mal con ella.
_Eso me alegra mi vida. —le tomó las manos—Pero no dejes que se propase contigo por su mal humor.
_No te preocupes, tú mas que nadie sabes que si quiero ser mala, me sale a la perfección—sonrió
_¿Ah sí? Es usted una diablilla señora San Roman?—dijo con la voz ronca.
_No sé porque, pero me dá la impresión de que ya no estamos hablando de mi carácter—sonrió picaramente.
_Pues tu impresión está bien.—se acercó y le robó un beso.
_San Román, es usted un pervertido—se acercó y le dió otro beso

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