Se llamará...

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Harry estaba teniendo un muy buen día.

Había sido visitado por Draco y Astoria que anunciaban formalmente su nuevo noviazgo, el rubio parecía estar en una nube, nunca había esperado ver al orgulloso Draco Malfoy actuando de forma tan cursi y acaramelada con nadie, casi podía ver los corazones flotando a su alrededor.

Había recibido un paquete de Luna (que había comenzado su viaje otra vez). La rubia le mandaba una gran selección de dulces extranjeros y un mameluco amarillo para su pequeño, la verdad sea dicha, su amiga Ravenclaw se veía muy dedicada a su próximo ahijado, hasta ahora le había enviado una gran cantidad de ropa, juguetes y libros didácticos, eso sin contar con los muchos amuletos de escudo que la Lovegood ponía en sus obsequios, para ser alguien usualmente relajada, Luna estaba un poco paranoica con respecto a la seguridad de su ahijado.

También había hecho un poco de magia y no se había sentido ni siquiera un poco cansado, lo cual era un gran alivio, no le pesaba hacer las cosas manualmente, pero extrañaba mucho usar su magia.

Lo único malo fue que no había visto a George en todo el día, el pelirrojo le dejó una nota en la mañana donde le decía que había surgido un problema en la tienda y que debía solucionarlo lo antes posible, pero eso sí, el Weasley se había encargado de instruir a Kreacher para que no lo dejara hacer demasiado esfuerzo físico y preparó una lista de los antojos que Harry normalmente tenía, su medicación y los horarios de sus siestas, en dado caso de que se tardara más de lo pensado.

Ahora mismo se encontraba en un carruaje con rumbo a Hogwarts, había recibido un mensaje de Theodore diciéndole que estaba en el colegio ayudando a Madam Pomfrey con los alumnos y que si quería podía hacer su chequeo mensual en el castillo. Theodore había decidido especializarse en embarazos y niños pequeños, aún le quedaba mucho por aprender pero el Nott era un sanador natural y su magia sé ponía fácilmente en sintonía con la de sus pacientes, por lo que los chequeos eran tan sencillos como exactos, desde que lo habían sabido sólo Theo lo había diagnosticado, sabía que no tenía ninguna necesidad de ir hasta el castillo pero extrañaba Hogwarts, a pesar de lo mucho que amaba Grimmauld Place, el colegio fue el primer lugar al que pudo llamar hogar y le costaba desprenderse de él.

Después de abandonar el carruaje y agradecer a los Threstrals, Harry se adentró en el castillo lentamente, disfrutando de la vista que le había fascinado por tantos años, por lo menos hasta que escuchó unos sollozos provenir de uno de los jardines, siguió el sonido hasta encontrarse con su amiga castaña ¿por qué estaba Hermione llorando?

Se sentó con dificultad al lado de la muy embarazada castaña (aun le quedaban 2 semanas de gestación), y escuchó como cuando quedó embarazada la profesora McGonagall le prometió que esperaría a que naciera su bebé para continuar su aprendizaje, asumió entonces que el profesor Flitwick también lo haría, pero ese día le había dejado claro lo equivocada que estaba. El jefe de Ravenclaw le dijo que su embarazo demostraba la falta de compromiso con su aprendizaje, pues un bebe tomaría mucho de su tiempo y a la larga su trabajo se volvería mediocre, afirmaba que Hermione, siendo la bruja más lista de su generación, debió haber sabido de métodos anticonceptivos para que un embarazo no afectara su futuro.

Harry la escuchó con atención y dejó que ella llorara en su hombro hasta que ya no le quedaron lágrimas, después se acompañaron al gran comedor donde les pidieron a los elfos domésticos (muy a disgusto de Hermione) algo de comer.

— No aceptaré la comida si no tomas el gorro — la castaña por supuesto iba a intentar liberar al elfo que les traía de comer.

— ¡¡¿Flipy ha sido malo?!! ¡¡Flipy promete que no volverá a hacer lo que sea que hizo enojar a la señorita Granger!! ¡¡¡No le dé la prenda a Flipy, por favor!!!

¡Perdóname George!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora