Prólogo

6.2K 154 21
                                    

Prólogo

            La primera vez que encontré algo bueno, estaba sola, y sentía una inmensa repulsión por aquella gente que caminaba despreocupada por el boulevard que tenia a unos cuantos metros lejos de mi.  Esos como me gustaba llamarles, iban de aquí para allá con aires de superioridad hablando un idioma irritante, había aprendido sobre lenguas extranjeras, pero esto era ridículo, su acento era con la garganta taaaaaaaaan aburrido. 

Suspire, "mi señor había sido un poco cruel al escribir mi destino", pensé resentida. 

Esos  eran crueles entre sí.  Había aprendido de primera mano que eran groseros con los extranjeros,  tenían proceso una guerra entre países al que nadie abogaba por la justicia y por su fuera poco existia el racismo. No era que me importase mucho el fin de esas personas pero me irritaba sobre manera lo negativo de sus ideales.

Respire profundo y deje que el frió de la pared penetrara por mi espalda. Solía ser  de temperatura caliente pero para mi sorpresa esa noche tenia frió y dolor. Cerré los ojos e intente que se escaparan un par de lagrimas reprimidas sin éxito, mi espalda ardió.  Llevaba un tiempo en estado de actividad  y al parecer me mantendría así durante una temporada, y era de esperarse después de...

El recuerdo me abofeteo,  me lo habían quitado,  de todos los seres Él.  El dolor comenzó a dispersarse en mi pecho formando una explosión en mi pecho calcinándome viva. 

"Amor, los humanos no sabían nada del amor", pensé con rabia.  Había pasado tres meses,en Estambul, Turquía  y lo que había visto era tan decepcionante. 

Supuse que estaba desahogando mi impotencia en contra de esa gente.  A pesar de todo lo que sentía por esos, no tenía mucho sentido volver a casa, es decir ¿Quien querría a una futura reina impulsiva y depresiva en el trono?, para mis colmo de mis desgracias ya me habían elegido. Pero no, no pensaba volver en un buen tiempo. 

Grisam decía: 

—"Para encontrar equilibrio no hay medida de tiempo"— y para mí una eternidad iba a ser  insignificante para volver a mi.

Tal vez nunca podría sobreponerme a ello, además tampoco era que había dejado indefenso a mi pueblo, mis hermanos eran La Crème de la Crème  de la corte,  así que no habría problemas, los cuatro eran mucho más centrados e inteligentes que yo; aunque quizás no debería incluir a Kurt en esa lista pero igual seguía siendo, en este momento, mejor para gobernar en mi lugar.

Sentí la insufrible quemazón recorrer nuevamente mi lado izquierdo. Genial ahora sufría las consecuencias de haberme escapado sin equipaje.  Estar en invierno empeoraba  la situación pero no era algo para echarse a morir, ese dolor no tenía que ser nada en comparación con los entrenamientos de D.M. 

En mi fuero interno sabía perfectamente que me estaba mintiendo, pero no iba a dejar que eso pisoteara mi orgullo. 

Alce mi vista al cielo nocturno plagado de estrellas "¿La gente de por aquí nunca miraba lo hermoso del cielo?", desde que había llegado no hacía más que quejarme de ellos para desahogar mi frustración...

Aunque ciertamente había uno en específico que me estaba comenzando a irritar mas personalmente. Por dos razones, primero no tenía idea de cómo se había dado cuenta donde me encontraba y segundo porque ya le había dado treinta vueltas al boulevard para comprobar si seguía aquí. Tenía demasiada pereza para moverme, hacia poco tiempo había conseguido instalarme en un departamento de lujo en la zona elegante de Estambul, el hecho de que no quisiera moverme del callejón en donde me encontraba era simple flojera.

Treinta y uno.

Ok. Ya me había molestado "¿Qué demonios quería? ¡Es que acaso una no se podía echar en un callejón sin hacer nada más que intentar sanarse o morir sin armar un escándalo por eso!"

 Treinta y dos... Bien hora de levantarse, me aferre a la pared y comencé a subir "¡Joder el dolor era insoportable! " Me deje caer de nuevo, con que a eso se refería Murdorc con explotar. Interesantes efectos de la vinculación.  Y el hecho de que estuviera pensando en Él  más a menudo lo había vuelto peor, el primer tiempo fue impulsado por el luto, la otra mitad por la ira ¿Y ahora que me quedaba? ¡Nada! Eso era lo que me quedaba la nada, supuse que sería un castigo del Creador por no morir con Él.

Y para empeorar las cosas el señor chismoso se había aventurado en entrar al callejón, si ese cabrón llamaba a las autoridades por todos los santos que le quebraría la espalda, le dejaría vivo y sin memoria para que sufriera el resto de su vida por soplón. Mire de reojo para saber a que me enfrentaba, Bien, pues al menos venia solo, no sería mucho problema ahuyentarle con un serio ataque de "locura vagabunda".

—Disculpe Madeimoselle —me dijo—,  ¿Se encuentra bien?

Alce mi vista para encontrarme con un hombre de alrededor de veinticuatro años de edad, caucásico, cabello marrón, ojos café oscuro al que le hacía falta un poco de ubicación en cuanto al corte de cabello que llevaba.

—¿Qué quiere? —ladré irritada

—Sonrió quitándose el sobretodo para ofrecérmelo— ayudarle, supongo.      

 Suspire, "un buen samaritano".

 —No deberías ayudar a quien no conoces —dije afilando mi mirada para que captara el mensaje—, nunca sabes con quien te puedes encontrar

—Tus ropas me dicen que no eres una mendiga —dijo con una sonrisa—, te veo herida mas no enferma y unos ojos así no pueden ser de una asesina

"¡El tipo tenía serios problemas con la distinción de personalidades!" . No pude aguantar y comencé a carcajear , caí de costado en el suelo sin parar de reír, y  si seguía riendo se iría dentro de poco pensé con esperanza.  Nop, ahí seguiría, entonces las agrias lagrimas me quemaron la cara mientras seguía riendo amargamente. 

Oh por Dios como podía ser tan... tan... tan... joder no encontraba la palabra,  bobo, bruto, menso.... La cara de Cris apareció de repente delante de mí,  inocente. El seguía aguardando mirándome con curiosidad, no había rastro de reproche, burla o rabia.

"¿Quién era este sujeto?" me pregunte.

—¿Mejor?  —me pregunto sonriendo

—¿Qué quiere de mí? —dije a la defensiva—, no tengo nada

—Solo ayudar —dijo agachándose a mi altura—,  no eres de por aquí ¿verdad?,mi nombre es Joseph Osiglia —me ofreció su mano—, vivo en Chartreux cerca de aquí,  si gustas un sitio donde pasar un par de días, mi casa está prácticamente sola con el defecto de un compañero que ronca un poco fuerte...

Mantuvo su sonrisa todo el tiempo. Comence a considerar su oferta, un sitio donde estar unas cuantas noches no estaría tan mal al menos podría recuperar movilidad sin pasar frió y no tendría que soportar el condenado sol del mediodía mientras intentaba dormir.

—Eres un hombre extraño  —dije en un susurro

—Todo el mundo me lo dice y...  —dijo  agitando su mano—,  ¿Qué me respondes?

Sus ojos. Todo lo hice por sus ojos, era imposible que surgiera una segunda oportunidad para encontrar una mirada tan familiar como la de mi protegida. Cuando consiguió levantar mi peso del suelo me ayudo a llegar a su auto, caminando con uno de mis brazos bajo su hombro. Estaba patética y desolada, sin  embargo ese ser extraño entre los extraños me estaba ayudando y llevándome a un sitio seguro. 

No recordaba hacia cuantos días había conseguido atravesar el boulevard entero para refugiarme en ese  abandonado  rincón y mucho menos de donde había sacado la energía para hacerlo. Conseguí subirme por mi propia voluntad al Peugeot Sedan 307, me dolía intensamente el brazo izquierdo, ignore el dolor mientras Joseph encendía el motor. Perdí la conciencia antes de entrar a la carretera. 

El Secreto del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora