Epílogo

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Epilogó

Me sentía feliz. A pesar de la bienvenida con la que había sido recibido por Marianna-sama hacia solo unas semanas atrás. Hoy podía disfrutar de los alrededores con mayúscula libertad. Luego de desayunar había salido a caminar por los dominios de la Mansión.  Me volví y caí en cuentas que esa enorme edificación a mis espaldas seria mi hogar durante un buen tiempo. Recubierta con piedra beige daba la impresión de ser una versión cursi de un castillo, con techos verdes. Pero en realidad era más como las mansiones de los súper ricos en el sur de Estados Unidos, llena de chimeneas y ventanales blancos aquí y allá...

Como fuera la deje a mis espaldas, pasando también por las caballerizas a mi izquierda. Hoy no tenía ganas de cabalgar a mi "lugar secreto" Hey ¿Quién lo diría? Incluso gozaba de un lugar secreto. Un calosfrió recorrió mi cuerpo cuando por algún extraño motivo recordé la cara de Marianna-sama. Quizás el verde del bosque era idéntico al de sus ojos encendidos. Yo no le había caído bien. Ni por la forma de respirar. Charlotte se había metió en muchos problemas para salvar mi vida...

Cuando por fin salí del bosque entre al campo de flores blanquecinas y respire profundamente. Me recordaban a mi mamá, lo atravesé y me senté en el borde del risco que me permitía ver todos los dominios de la familia hasta una lejana costa. Dejando colgar mis pies, solo pude estar agradecido de estar vivo. Pese a lo que eso significaba.

Había mucho que vivir ahora. Proteger una ciudad y a sus habitantes. Mi primera impresión de El Dorado había sido alucínate. Nadie nunca en el mundo donde había vivido los primeros veinticinco años de mi vida había siquiera sospechado de su existencia y diversidad.

Mucho menos de los problemas que los amenazaban...

— ¿Qué haces aquí, Manzanito? —Susurro Charlotta a mis espaldas

Tornando la cabeza la encontré encima de un brioso caballo pinto. Su rostro estaba inundado de amor y, luego de tanto tiempo, Paz.

—Solo pensar... —Respondí volviendo a la hermosa vista— Gracias

— ¿Por qué? —la escuche bajar del caballo y venir a mi lado

—Por permitirme ver esto —Señale— Nunca...

—Yo debería ser la que este agradecida Joseph —Dijo sentándose a mi lado— Tu fuiste mi salvador desde el principio

La observe interrogante y su cabello ahora extra largo ondeo con una brisa pasajero. Charlotte no había cambiado un solo rasgo desde que la había conocido. Pero sentada allí me parecía una persona enorme.

—Si no hubiera sido por ti —Continuo— Seguramente habría muerto a las pocas semanas de estar en ese boulevard. Y David... y Ren... Ni Diana, ni Tú.

Reflexione acerca de eso por algunos segundos y asentí. Tenía razón, entonces la vi ponerse de pie y marchar hacia donde reposaba su enorme appaloosa.

— ¿A dónde vas? —Pregunte

—Ella me guiño un ojo y puso un dedo sobre su labios— Es un secreto

Acto seguido desapareció dejando el caballo tras de sí. No pude evitar reir mientras me lanzaba sobre el césped con los brazos detrás de la cabeza. Ella siempre tuvo razón, la vida es bella.

*****

Abrí los ojos y ahí estaba mi pequeña casita apartada del mundo. Un chalet de lujo escondido de los ojos del mundo. David seguro estaría esperando por mí. Me volví para ver la enormidad de la ciudad que amaba, y el país en el que había nacido. Y las cosas que habían pasado. Estaba en el patio trasero, que al igual que la mansión principal gozaba de una vista maravillosa de la ciudad.

No sabía cómo terminarían las cosas. Pero Ya-chan había tenido razón. Todo estaría bien. Sentí un abrazo etéreo cubrirme, cerré los ojos y agradecí a mi antiguo amor.

— ¿Qué haces traviesa? —La voz de David me llamo desde atrás

Cuando me volví a verlo, estaba con mi de pie sobre la entrada trasera con mi pequeño hijo en brazos sonriente, los dos sonrientes. Lancé un pequeño beso al cielo y fuí a su encuentro. Nadie sabía de nuestro secreto y lucharíamos porque siguiera de esa forma. Pero hoy solo quería, mientras corría a sus brazos, amar la vida a su lado.



El Secreto del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora