Cap. 1 - La Historia de las Mandarinas.

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Capítulo 1 – La Historia de las Mandarinas.

Nunca he sido bueno con las despedidas. Pero si he sido bueno con los cambios. Cambios. La vida está llena de cambios, como si fuera un carro mecánico. Y si hay algo que aprendí en mi clase de filosofía es que, el mundo es como una llama de fuego. Siempre en constante cambio, nunca se mantiene siendo lo mismo, créditos a Heráclito. La vida es así, y llegue a tener mis propias ideas, de que yo soy así. Como un camaleón que se adapta para sobrevivir y solamente muestra lo que quiere que las personas vean.

A veces, como dice K6, los cambios son buenos. Siempre y cuando los veas desde la perspectiva correcta, o sean hechos con un fin que justifique los medios. En mi caso, no solo cambie por una persona; cambie para una persona. Y podrías verlo desde el ángulo normal, donde cambie por mi mismo y para mi mismo. O podrías verlo desde el enfermo punto de vista en el que cambie por y para ella.

Pero siempre terminaba preguntándome: ¿Realmente cambie o eso es lo que estoy tratando de hacerme creer a mí mismo? Y parece que el único que se está tragando la mentira soy yo. Estoy empezando a creer que tal vez, si, estoy cambiando. Incluso yo mismo lo puedo notar. Pero llega esa persona que simplemente hace que todos esos cambios se vayan y al final, termines siendo quien realmente sos. Algo que nunca vas a poder cambiar.

Cuando empecé a escribir este libro, lo hice con el único propósito de desahogarme conmigo mismo, ya que nadie me escuchaba. Tal vez a nadie le importaba, y me quede con ese pensamiento, que al único al que le importaba al fin y al cabo era a mí. Mi mejor amigo se canso de escucharme repetir lo mismo, y mis padres me dieron todo lo que alguien ocupa para crecer, pero nunca fueron los mejores para oír. Y por mas que buscaba a alguien, termine reduciéndome a escribir. Y vaya que se sentía bien. Pero a pesar de escribir, nunca tuve la más mínima intención de que alguien terminara leyendo lo que escribía por las noches en mi cuarto. Era personal, y era mi cabeza, un lugar donde nadie debería estar. Además, ¿A quién podría importarle? Si no escuchan mi voz, ¿Por qué leerían mis letras?

Pero me di cuenta de que no es exactamente la historia lo que importa, sino la manera en que se cuenta. Porque si hablamos de historias interesantes, muchas personas viven vidas mas activas que yo, que si les pusieras un papel y un lápiz te dejarían asombrado. Aunque son pocas las que se atreven a ponerlo en un libro y dejar que todos los conozcan. Y de todas maneras las mejores historias no salen de las mejores personas.

Si tuviera que contar una historia interesante en un libro que todo mundo termine leyendo, preferiría ir y contar lo de mi difunto perro, la historia del monopolio, o de la tortuga Diente. Pero creo que la mejor historia que podría haber es la vida. Cuando levanto mi cabeza y veo a cada persona que me rodea a los ojos, eso es lo que veo. Grandes historias. Llenas de amor, lagrimas, tragedias, comedias, amigos, familia, momentos únicos que podrían ser escritos y serian mejores que este. Todos somos una historia, y cuando muramos eso es lo único que quedara.

¿Mi historia? Es trágica y cómica al mismo tiempo, mi especialidad. Es ridícula, dramática, y aburrida. Pero voy a contarla de la mejor manera que se. Y empezare con mi famosa Historia de las mandarinas.

Okay, digamos que todo se remontaría aproximadamente al año 2004, cuando estaba en mi escuela Diynos, con tan solo unos años, probablemente 7, mis días en la escuela usualmente giraban en torno a una persona en especial, nuestro personaje llamado Allison. Ella era como mi partner in crime en la escuela, la niña que más pasaba pegada conmigo y yo con ella, borrosos recuerdos pasan por mi cabeza donde ambos mentíamos a nuestros maestros por una oportunidad de salir antes que todos a la parte de enfrente de la escuela y poder comprar una bolsa de mandarinas, a tan solo 5 lempiras hondureños. Era muy usual que lo hiciéramos, nos sentábamos bajo una ventana y compartíamos las mandarinas. Cuando solo quedaba una mandarina, la partíamos a la mitad.

Desde entonces diría que las mandarinas han sido mi fruta favorita, porque siempre recordaba ese sentimiento de estar con ella de la manera más inocente. Casi suena como si estuviera inventándolo y muchos no me creen, sin embargo, hay testigos con vida que recuerdan el hecho que ella y yo éramos unidos de pequeños. Mi vida por un pequeño periodo de tiempo giro entorno a Allison, hasta que mis padres decidieron que sería mejor aprender otro idioma desde pequeño, y me cambiaron a una escuela bilingüe, un año después también la cambiaron a ella, y nunca nos volvimos a ver. Ni si quiera pude despedirme, digo, era un niño, quien para saber que así las cosas sucederían. Luego de 9 largos años donde no pasaba en nada más que sufriendo con mi mejor amigo en mi colegio nuevo, la peor etapa de mi vida, un trauma tan grande que, hasta el son de hoy, si tuviera la oportunidad de degollar a uno de mis viejos compañeros no lo dudaría ni un segundo.

En fin, después de 9 años, el 7 de septiembre del 2017, mi primer periodo universitario empezaría. Aterrorizado por estar en terreno desconocido, no sabía dónde iba, pero sabía que donde sea, era mejor que donde estaba antes. Escuchaba grandes cosas de la universidad como que nadie te decía que hacer, nadie decía cuando cortarse el pelo, cuando salir del aula, cuando entrar, y todo pareció ser cierto. Había bastantes personas y era una rata atrapada en un laberinto nuevo para explorar.

Toda mi vida solo he tenido un mejor amigo, Adrian. La única persona que se parecía a mi pero que no éramos iguales. Yo era frio, el alegre. Yo odiaba, y él amaba con pasión. Yo fallaba, y él me veía fallar. Era como si todo lo bueno de mi se hubiera licuado en otra persona y se hiciera mi amigo. Cuando entre a la universidad, Adrian decidió darse vacaciones y me dejo solo. Donde pensé que tendría más amigos y todo sería mejor, estaba solo. Toda mi vida he tenido miedo de estar solo, claro, hasta que me di cuenta de que algo peor que estar solo, era sentirse solo, aun estando rodeado de tantas personas.

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