Capítulo «27»

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Desperté incluso más temprano de lo habitual. Salí de la cama y me dirigí al baño.

Me saqué la remera dejando al expuesto mis brazos, los cuales se encontraban marcados ya no por las manos de Gino, sino por unos terribles moretones.

— Estupido — Espeté sin quitar la mirada de ellos.

Me vestí y bajé a la sala a desayunar. Lo único que le rogaba a Dios es que Gino no sea el próximo en despertar.

Preparé mi desayuno, uno muy cargado por cierto, y me senté a desayunar.

— Hola ¿Cómo amaneciste?

Levanté la vista para ver a Papry.

— Muy bien. Gracias — Repliqué dedicándole una gran sonrisa.

— Por lo visto era verdad eso de que ibas a desayunar bien.

— Quiero recuperarme lo más rápido posible.

— Y lo vas a hacer, estoy segura de eso.

— ¿De qué hablan? — Preguntó Lucas bostezando.

— Le decía a Clara que hoy vamos a salir, para que despeje su agenda.

— ¿Salir? — Cuestioné — ¿A dónde?

— Por ahí. Vamos a pasarla bien.

— ¿Van todos?

— Si. Sol también va a ir así que no podés faltar vos.

— Mmm...

— Deja de vacilar. Si vas a ir — Emitió Lucas.

— Bueno.

LUCAS

Esta vez me encargaré de averiguar por mi propia cuenta que es lo que mantiene a Clara tan estresada. Aunque de algo estoy seguro, esto tiene que ver con los problemas que anda teniendo con Gino.

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CLARA

Era hora de irnos, Sol esperaba en la sala mientras nosotros terminábamos de arreglarnos.

Una vez estuve lista esperé a que Papry también lo estuviera, luego salimos del cuarto.

— Listo, ahora si, vamos.

— Una eternidad para arreglarse ustedes la puta madre — Se quejó Mateo.

— Ya deberías estar acostumbrado. Vos especialmente que te criaste con una mujer.

— Bueno, vamos antes de que se haga más tarde.

Salimos. No me atreví a cruzar palabra con Gino, y él tampoco lo hizo.

Llegamos al centro. Lo primero que hicimos fue ir al cine.

— Que bien, la taquilla está vacía — Exclamó Papry.

— Pero se está llenando — Informó Sol al ver que la fila se hacía mas larga.

— ¡Entonces corran! — Nos dijo Agustín.

— Vamos, Clara ¡Apurate! — Exclamó Sol jalando mi brazo, lo cual me provocó un gran dolor.

— ¡Ay! — Me quejé adolorida escapando de su agarre.

— ¿Qué te pasa?

— Nada, es sólo que me tironeaste muy fuerte.

— ¿Estás bien? — Preguntó Agus.

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