b a b y s i t t e r

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— ¡Papi!— Sus pequeños pies se mueven en conjunto hasta las -no tan largas- piernas de su padre.

— Hey, Will. ¿Cómo estuvo? ¿La apruebas?— Louis pregunta, hincandose frente a su pequeño.

William se acerca con cautela, mirando a ambos lados antes de susurrar.— Habla muy fuerte.— Se separa para encontrar el rostro de su padre mirándolo con reproche.— Es molesto.— Se encoge en hombros.

En ese momento Camila, la nueva niñera de prueba de William, aparece por la puerta de la habitación de el hijo de Louis.

Se pone en posición de militar mirando a el castaño, esperando por una respuesta.

Louis observa a la chica; rubia de ojos color miel, diecinueve años y una sonrisa amable.

Baja la vista a su niño; castaño de ojos celestes, seis años y una sonrisa cínica, dando por hecho el despido de Camila. Ríe mirando al infante.

— Lo siento, Camila.— Hace una mueca de disculpa mirando a la joven.

— Está bien, señor Tomlinson. Lo entiendo.— Sonríe cortésmente.— Bueno, serían cincuenta dólares.

Louis asiente, sacando su cartera.— Aquí, sirvete. Gracias por cuidar a mí pequeño esta tarde.— Agradece tendiendole el dinero.

Ella lo toma y lo cuenta disimuladamente.— No es nada, fue un placer. Es un pequeñín muy bueno.— Arrulla pinchando la nariz del niño con su dedo.

Will hace una mueca, arrugando su nariz.

— Lo sé.— Dice algo sarcástico.— Bueno, que tengas una linda noche.— Sonríe en despedida dirigiéndose a la puerta.

Tomando su bolso, la chica camina a un lado de Louis.— Igualmente usted, señor Tomlinson.— Se agacha frente al William.— Cuídate, Willy.— Deja un beso en su mejilla y les dedica una última sonrisa antes de retirarse del lugar.

Louis cierra la puerta y dirige su mirada hacia abajo, dónde se encuentra a un niño castaño que lo miraba con triunfo.

Suspira y sonrie negando.

Había conseguido un nuevo trabajo, mucho más cerca de sus intereses y con mejor paga. Lo único malo eran los horarios.

William iba al colegio a la mañana, y el castaño debía irse por la tarde, no teniendo a nadie para cuidar a su hijo.

No podía perdirle a sus padres que lo cuiden unas horas, ya que no tenía una buena relación con ellos.

Tampoco su esposo podría ayudarlo, él había fallecido hace unos años.

Así que ha estado contratando niñeras. Muchas niñeras. Quería encontrar a alguna con la cual William se sienta cómodo.

Y, por lo visto, aún no lo conseguía.

— No puedes seguir descartando niñeras así, Will. Tienes una nueva todos los días.— El niño cruza sus brazos.— Sé que no te gusta que me vaya por las tardes, pero no puedo hacer nada para cambiar eso, pequeño. Dales una oportunidad.— Mira con ruego a su hijo.

El niño suspira.— Está bien.

~•~••~•~•••~•~••~•~

— ¡En ese! ¡En ese!— Grita William señalando un asiento vacío.

Ambos se sientan frente al otro y comienzan a disfrutar de su helado.

Era sábado, Louis había decidido -en realidad William lo había obligado- llevar a su hijo a por un helado como premio por haber aprobado su examen de matemáticas.

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