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Seis meses habían pasado desde el nacimiento del pequeño Henri y la pequeña Belle, crecían cada día llenos de amor y cuidados, Francis habían enviado múltiples sirvientes y niñeras al Chateau para ayudarle a Gin con los bebés pero ella se había reusado a que otra persona amamantara a sus gemelos. Decía que ese era su trabajo, estaba agradecida por lo demás pero eso no se lo permitía a nadie. Francis no había regresado a la corte desde entonces, todos sus asuntos los arreglaba con Leith y Claude, su madre lo cubría con los nobles y con Mary, aun no era tiempo para hacer pública su relación, esperaba el momento en que todo estuviera resuelto.

Se encontraban en el jardín trasero, Francis tenía en brazos a Henri quien intentaba tomar sus rizos dorados, Belle descansaba en las piernas de Gin mientras esta acariciaba su pequeña cabecita. Era su rutina diaria: levantarse alimentar a los gemelos y por las tardes, disfrutar de una taza de té en el jardín. Los sirvientes se iban por las noches a petición de Gin, Francis había aprendido muchas cosas de los bebés y de las tareas hogareñas.

Ella quería tener toda la experiencia de ser madre sin ayuda de nadie, pero Francis insistía y ella a veces no podía negarse.

—He estado pensando —empezó a decir Francis— deberíamos pensar en cuando será el bautismo.

—Presentarlos a la sociedad. ¿Crees que ya es tiempo para eso?

—Son mis hijos. ¿Por qué no quisiera eso? —Volteo a verla extrañado.

Ella ya había pensado en eso muchas veces, pero había un pequeño detalle que Francis había olvidado: ante la iglesia y los nobles, los gemelos eran sus hijos bastardos. Podía reconocerlos pero Gin siempre estaría alerta de cualquier mala mirada o desprecio a sus bebés, había desarrollado un fuerte sentido protector con ellos. Francis la miro expectante, ella suspiro y se levantó caminando con Belle en brazos, Francis la siguió hasta el borde del claro, a los gemelos les gustaba mucho la naturaleza. Esa era la razón de porque casi siempre estaban en el jardín.

—Sabes cómo serán las cosas con la iglesia.

— ¿Te refieres a que verán a los gemelos como mis bastardos? —Francis repudio la palabra en cuanto la dijo.

—Ellos nacieron fuera del matrimonio.

—Un matrimonio que dentro de poco no tendrá que preocuparte más. —Dijo caminando al lado contrario.

Gin volteo a verlo cuando escucho eso, Francis sabía que lo seguiría por lo que cuando sintió su presencia cerca se limitó a sonreír y besar la frente de Henri.

— ¿A qué te refieres con eso, Francis? —Su voz tenía un toque de esperanza.

—No diré nada más, solamente que te amo y a nuestros hijos.

Sabía que ella seguiría insistiendo hasta saber la verdad, se adelantó antes de que ella pudiera decir algo y besos sus labios de forma rápida, sacándole una sonrisa. Continuaron caminando hasta que los bebés se quedaron dormidos, regresaron a dentro y fueron hasta la habitación de los bebés para dejarlos en sus respectivas cunas. Se quedaron un momento apreciando sus pequeños, Gin no lograba entender como algo tan pequeño y frágil hubiera sido concebido por ella. Le parecían las criaturas más perfectas y hermosas que sus pudieran ver.

Francis la abrazo por detrás y empezó a besar su cuello de forma lenta y pausada, provocando en ella escalofríos placenteros.

—Vamos a la habitación. —Susurro en su oído haciéndola estremecer.

Ella solo asintió y se dejó guiar por el rubio, al llegar la acorralo contra una pared y la beso con todo el amor y pasión que podía transmitir, ella seguía sus besos de la misma manera dejándose llevar por sus deseos. Fue recostándola en la cama lentamente, se desvistieron de la misma forma, disfrutando cada beso y caricia. Aprovechando al máximo el momento, sin prisas ni nada por el estilo.

Dynasty [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora