11.

2.6K 191 9
                                    

Las semanas pasaron normales, cada día que podíamos entrenábamos con los chicos en diversas áreas: espadas, arco y flecha, y lucha cuerpo a cuerpo. A ellos les había sorprendido mi destreza con la espada y cuerpo a cuerpo, aunque no podía decir mucho del arco y flecha.

—Inténtalo una vez más Gin, ya verás que aprenderás en unos días—Francis me alentaba a que siguiera practicando pero simplemente no lo lograba.

No podía hacer que una flecha llegará hasta la diana o que cayera en el centro, eso me frustraba ya que desde pequeña mi padre y mis tutores me habían enseñado que tenía que ser la mejor en todo, para que nadie viniera y me excluyera por no poder hacer algo.

—Quiero descansar—demande.

—Está bien, tomemos un poco de aire.

Nos sentamos bajo unos árboles a la orilla del campo, el día estaba bastante fresco lo que nos ayudaba a entrenar; recosté mi espalda en el tronco del árbol cerrando mis ojos y disfrutando de la brisa de la tarde. Pasaron unos minutos en silencio, seguía con mis ojos cerrados pero podía sentir la presencia de Francis a mi lado.

—Entonces—escuche que comenzaba a decir.

—Entonces...—alargue la palabra.

—No sé cómo comenzar la conversación.

Reímos ante esto.

— ¿Por qué Bash no nos acompañó hoy?

—Tenía trabajo por hacer en una aldea al Este del castillo. Al parecer ha habido una serie de robos en diversas casas.

— ¿No debería acompañarlo?—pregunte enderezándome en mi lugar.

—Tranquila, él lo tiene arreglado y tú tenías que entrenar.

— ¿Cuándo se supone que empezare con mi trabajo?

—Por el momento, se podría decir que este es tu trabajo. Estás conmigo, tu rey, eso es prácticamente todo lo que tienes que hacer.

—Pero Bash hace todos esos trabajos increíbles: hace sondeo de las aldeas, sale a investigar misterios que tú le encomiendas.

—Tu pasas tiempo conmigo—cerró los ojos alagado de lo que dijo.

—Uuh si, que gran tarea—reí.

—Jaja, yo sé que te agrada mi compañía.

—No me quejo—le conteste sonriéndole.

Nos quedamos viendo por un momento a los ojos y sonriendo, parecía más tranquilo ahora seguíamos sin hablar mucho pero igual era agradable la compañía de Francis. En todo el prado solo se escuchaba el sonido del viento golpear las copas de los árboles y al fondo el sonido de la cascada que estaba tras unos enormes robles.

—Vamos a la cascada—sugerí.

Francis se levantó primero para luego ayudarme a levantarme, comenzamos a caminar con las espadas en la mano ya que se nos había olvidado dejarlas con los caballos, pero no estorbaban.

—Cuéntame tu historia, Gin—habló Francis.

— ¿Cuál historia?—pregunte golpeando una roca con mi pie.

—Sobre tu vida en Italia.

Frene por un momento al escuchar la petición de Francis, quería saber sobre mi vida en Italia, quería conocer mi pasado. No lo culpo por tener curiosidad, casi nadie conoce mi historia solo Claude y la gente que vivía conmigo en Italia, mejor dicho en la Toscana donde mi padre me tenía encerrada.

—Por donde comienzo—dije soltando una risa nerviosa.

Llegamos a la orilla del manantial donde estaba la cascada al fondo, una imagen bastante linda; nos sentamos en un tronco que estaba tirado en el suelo terroso lleno de hojas secas de los árboles, el ambiente aquí se sentía un poco húmedo pero no era molesto, me refrescaba un poco el cuerpo caliente por tanto entrenar.

—Nací el 14 de Diciembre, mi madre era una criada del Chateau donde mi padre vivía. Una noche donde se pasó de copas, acoso a mi madre hasta que... paso lo que tuvo que pasar, ella quedo embarazada y él, al principio se rehusó a darme su apellido debido a su esposa pero al paso del tiempo y cuando tuvo más relación con mi madre y el embarazo se encariño de mí, o eso quiero creer. Nací y él me acepto como su hija.

—Si él te acepto, ¿Por qué sigues refiriéndote a ti misma como una bastarda?—pregunto interesado.

—Florencia, la esposa de mi padre, siempre me trato como una. Nunca fui aceptada de su parte y eso logro que mi padre me tratara igual. Como dije hace mucho, mi madre antes de morir le pidió a Giancarlo que me legitimara—me encogí de hombros.

—Entiendo...—suspiro.

Voltee a verlo, tenía el ceño fruncido como si tratara de entender toda la situación con mi padre.

—Siguiendo con mi historia: cuando crecí no vi nunca ninguna señal de afecto por parte de Giancarlo, de niña me preguntaba porque otros niños tenían madre y padre que los querían y preocupaban por ellos, mientras yo vivía prácticamente encerrada en una torre y solamente con mi nana. Ya de adolescente me interese en la defensa personal, en las espadas y los caballeros, casi no usaba vestidos solo cuando era totalmente necesario. Hubo un tiempo, cuando tenía quince años que fue cuando mi abuela/nana murió, que Giancarlo se interesó en mí: contrato personas que me ayudaran con la espada y la lucha cuerpo a cuerpo, me enseñó a andar a caballo.

—Parece que todo mejoro para ti.

—Se podría decir, si, pero luego cuando cumplí 18 me corrió del Chateau en la Toscana donde pase toda mi vida encerrada. Al parecer Florencia me odiaba por ser la única hija de Giancarlo, ya que ella nunca pudo darle un heredero legítimo.

—Hace un año que no vives con tu padre, ¿Dónde has estado?

—Aquí y allá, viaje desde Italia hasta aquí caminando o algún campesino me ha ayudado. Estaba en Paris cuando conocí a Claude, nos hicimos amigas y me invito aquí.

Resumí lo último para no tener que contarle lo que viví en parís para poder sobrevivir. Trabajos forzados, tuve que vender todas mis pertenencias, en fin un caos total hasta que conocí a Claude.

—Lo siento si te hice revivir tu pasado—se disculpó.

—Tranquilo, no tienes por qué lamentarlo si no hiciste nada malo.

Nos miramos a los ojos y no pude evitar perderme en el hermoso color azul de los suyos, su mirada cálida no se despegaba de la mía lo que podía resultar bastante peligroso, estábamos a centímetros de unir nuestros labios en un beso pero no podía permitir que eso pasara: él estaba casado y era mi Rey.

Pero no podía apartarme de mi lugar era como si una fuerza me detuviera ahí mismo sin dejarme avanzar o alejarme, Francis parecía estar en mi misma situación ya que no hacía nada para alejarse de mí, es más parecía que poco a poco se acercaba. Se acercó al punto de rozar nuestros labios levemente, no era un beso porque no siguió avanzando.

— ¿Por qué hago esto sí sé que es prohibido?—susurro—. ¿Por qué deseo besarte desde el primer momento en que te vi? Aquella noche en que me salvaste por primera vez.

Siguió susurrando con sus ojos cerrados y con su frente pegada a la mía, mi respiración estaba agitada, sentía como mis manos comenzaban a sudar en señal de nerviosismo pero no me alejaba de Francis, me sentía bien estando así con él. Francis se alejó primero aun con sus ojos cerrados y mordiendo su labio inferior, dio un fuerte suspiro y los abrió sonriendo con sus labios fruncidos.

—Creo que debemos irnos, se está haciendo de noche.

Me limite a asentir y lo seguí de regreso hasta los caballos.


Dynasty [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora