—¡No soy un maldito trofeo!
—Steve, tranquilízate —pido inútilmente, sé que él no encontrará la calma.
—¿Por qué aceptaste el reto de Olly?
—Hace tanto tiempo que no estoy en un partido —explico—. No podía desaprovechar la oportunidad, quiero jugar.
—Carajo, eres igual a Olly, sólo tienes fútbol en la cabeza.
—No te preocupes, Gafas rojas, prometo que el juego será emocionante —sostengo mi teléfono—. Mira, sólo faltan veintidós minutos para que comience.
—¡No quiero ser un premio! —Su voz melosa hace eco en medio del solitario pasillo. Todo el mundo ya debe de estar en la gradería.
—Escúchame, verás a dos quarterbacks demostrando sus habilidades... Y peleando por ti.
—¡Bien, Ryder! —me aplaude sarcásticamente—. Eso solo me altera más.
—No te alteres —replico—. Debes estar calmado para cuando los Dragones ganemos, en especial yo —guiño un ojo.
—¡Ahhhh! —hace berrinche—. ¡No te soporto Ryder Owen!
—Yo también te adoro, Steve.
Él da puñetazos sobre mi jersey rojo ya abultado por las hombreras.
—¡Eres de lo peor, número cinco!
Lo abrazo, ahora sus manos reposan sobre el casco que sostengo.
—Steve, el juego de esta tarde será especial. ¿Sabes por qué?
—No lo sé —musita.
—Ganaré por ti.
—Yo...
Pongo un dedo sobre sus labios, le hablo sobre su sentir.
—Admítelo, sé muy bien lo que deseas. Lo supe desde aquel día en el rincón Polícromo.
—Ryder, entonces dime… ¿Qué crees que deseo?
—Amor de Quarterback.
Tras decir eso me alejé del pasillo, no sin antes escuchar un esperado suspiro.
Caminaba muy sonriente hacia el campo de fútbol, cuando mamá me detuvo; ella tenía algo que decir.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
—Rápido, vamos hacia la entrada principal —farfulló.
Nos colocamos cerca del estacionamiento.
—¿Qué hacemos aquí?
—Hijo, míralo por ti mismo.
Me giré, y pude ver un autobús de la secundaria Owen acercándose.
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Amor de Quarterback
Teen FictionRyder Owen podría ser el sueño de muchos, pero ni siquiera es la realidad de pocos. Y no es porque el chico carezca de encanto, sino porque a su puerta no ha llamado el amor. Es como si el destino, no se viese seducido por esos ojos azules que irrad...