Capítulo 23 | Corazonadas imperfectas

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Grito en pleno campo de fútbol; el motivo de mi efusividad: Aprobé el último año

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Grito en pleno campo de fútbol; el motivo de mi efusividad: Aprobé el último año.

Pensé que no sobreviviría a la semana de exámenes finales —especialmente por matemática—, pero aquí estoy, con notas no perfectas, mas sí suficientes.

La próxima semana, finalmente seré un graduado de la secundaria Owen. Aunque por ahora, sólo corro de un lado a otro, celebrando mi victoria académica.

Aún agitado me detengo frente a mi casillero; lo abro de inmediato y saco una botella con agua.

Al voltearme, noto que varios estudiantes se acercan. Traen consigo anuarios, e incluso han comprado la última edición de la revista Vanguardia F.

—Ryder, ¿firmarías mi anuario? —me pregunta un chico del equipo de fútbol.

—Claro. —Tomo su bolígrafo y firmo enseguida—. Aquí tienes.

—Quiero tu firma en la revista donde apareces —pide con entusiasmo una de las porristas, mientras una fila comienza a tomar forma.

Durante once minutos obsequié firmas y muchas sonrisas.

Al terminar, fui al gimnasio de la secundaria. Diana y Olly me esperaban ahí.

Ellos me devolvieron mi anuario ya firmado. No pude contener mis lágrimas de felicidad cuando vi la última página.

Diana había dibujado una margarita al lado de su firma, mientras que Olly dibujó algo parecido a un Omelette. Además, ellos pegaron una copia de aquella fotografía instantánea que nos pertenecía a los tres.

Amigos verdaderos

Era lo que estaba escrito con marcador negro, justo debajo de la foto.

—Chicos, yo… —Total no dije nada, simplemente no encontraba las palabras para descifrar el porqué de amistades tan únicas.

—Te quiero, Bro.

Recibí un abrazo de Olly, al que la pelirroja se unió.

—Los quiero mucho, quarterbacks.

Tras el cálido gesto, ambos se marcharon. Diana Sullivan, simplemente quería cerrar ese último día en la secundaria Owen, subiendo con su novio al autobús escolar. Olly Omelette, dijo que iría a Darcy’s con los Tigres de Loto.

Quise sentarme en las graderías del gimnasio, ahí el silencio parecía pesar más que una roca, pero era perfecto para mirar tranquilamente las fotografías del anuario.

Fue entonces cuando sucedió…

Una corazonada vino a mí, y era distinta. No me ofrecía una respuesta clara de a dónde o con quién debía ir; parecía un llamado incierto de mi corazón que no deseaba ser escuchado, mas sí sentido.

Caminé con rapidez hasta salir del gimnasio. Luego, una voz conocida me detuvo antes de llegar a la cafetería.

—Ryder, llevo un rato buscándote.

Amor de QuarterbackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora