Cuánta impaciencia.
No dejo de preguntarme si Steve Pratson vendrá, o si para este momento habrá leído lo que anoté en las hojas de su libro.
Camino en círculos, al mismo tiempo que mis manos se mantienen dentro de mi chaqueta roja.
«¿Se habrá molestado Steve?»
Lo dudo, creo que mis palabras fueron demasiado profundas, no podrían provocar su molestia, ¿o sí?
«¿Y si se desmayó luego de leer lo que escribí?»
Puede ser, le revelé tantas cosas que no sabía.
Aunque en primer lugar, ¿qué me hace pensar que él será guiado por una corazonada y vendrá hacia mí?
Curiosamente, una de mis corazonadas me hace pensarlo.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarle? —me pregunta un empleado al acercarse.
—Um —digo—. Descuide, solo espero a alguien.
Sí, espero a ese alguien; espero oler sus manos y probar cada uno de sus besos. Quiero que mis ojos azules, y estas ganas de vivir, puedan encontrarse con ese mirar avellana tras las gafas, que no deja de cautivarme.
Aún impaciente miro mi reloj, y percibo como eterno cada segundo sin Steve.
«Gafas rojas, por favor, ven»
Llevo dos horas y media esperando por él, y por un nuevo comienzo.
Tengo miedo. ¿Qué tal si se dio cuenta que aún giro por completo en torno al romance? ¿Será por ese motivo —inevitable para mí— que me ha dejado plantado?… No, eso es ilógico, teniendo en cuenta que no le pedí que nos encontrásemos.
En medio de esta espera, he analizado mis posibilidades. Y son dos: una devastadora, otra maravillosa.
Si Steve Pratson no viene, juro que tomaré un vuelo directo a Gardeniet esta misma tarde. Pero si él viene, nunca dejaré Haidren, y la grandeza de Ciudad Loto.
Es como lanzar una moneda al aire, lo sé.
Pensar en todo esto sólo me pone más nervioso, debo controlarme, y confiar en que si soy como su destino, Steve me seguirá irrevocablemente.
—Disculpe, ¿puedo ayudarle en algo? —pregunta esta vez una chica.
—No, gracias, solo espero que ese alguien llegue.
—Mucha suerte entonces —contesta gentilmente, y se marcha.
De repente, una canción romántica suena en el lugar: Someone to love, de David Archuleta.
Resoplo.
Y sucede…
—¡Quarterback!
—Steve —susurro su nombre.
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Amor de Quarterback
Genç KurguRyder Owen podría ser el sueño de muchos, pero ni siquiera es la realidad de pocos. Y no es porque el chico carezca de encanto, sino porque a su puerta no ha llamado el amor. Es como si el destino, no se viese seducido por esos ojos azules que irrad...