15: Rosa blanca

928 93 15
                                    

Merche

Abro los ojos encontrándome con una rosa blanca sobre las sabanas de mi cama, me inclino al sentarme y sonrío cuando la agarro, la flor tiene una nota atada a su tallo.

"Busquemos luz en nuestras vidas, basta de oscuridad. Quiero ser realmente tu ángel. Te amo, mi chica".

Alzo la vista y veo a Eiden, apoyando su espalda en el marco de la puerta.

―La última vez que me dejaste una de estas, no salió muy bien pero... ―Hago una pausa ―me encanta, no me gusta lo cursi y eso, pero tus palabras siempre me emocionan ―declaro.

Camina hasta mí y se sienta en el borde de la cama.

―Ya aprendí mi lección, no voy a irme a ninguna parte ―Me da un leve beso aunque luego baja la vista ―ni a huir, ni a mentir, debo confesarte algo.

Mi sonrisa se borra.

―No me agrada ese tono, voy a empezar a odiar estas cosas ―Dejo de sostener la rosa con la nota y la pongo sobre el colchón ―¿Qué pasa?

―Soy un desastre Merche, sigo con la mafia de la droga, lo de mi trabajo es una farsa, una mentira. No logro hacer una vida normal, no sé cómo ―Suspira ―. Me siento tan patético.

Debería enojarme, pero no puedo. Me han decepcionado tanto que ya no tiene sentido enfadarse, pero también está siendo sincero y eso le da puntos. Aunque me deja un poco confundida de lo que pienso.

Alza la vista con esos ojos claros que me observan con preocupación.

―Perdóname ―me pide disculpas. Me levanto de la cama y comienzo a vestirme ―¿Merche? ―Me mira confundido ante tal acción.

―Ve a buscar a los niños ―le ordeno sin ningún rastro de expresión en el rostro ―y cuando vuelva no quiero oír más mentiras, compórtate como un padre y nada más, no necesitamos dinero sucio ―Camino hasta la puerta.

―¿A dónde vas? ―Me sigue.

―A hablar con Malya, a ver si también me decepciona, y viendo cómo están surgiendo las cosas, es obvio de que sí.

Malya

Seguimos en la ciudad, lejos del pueblo donde estábamos viviendo, la habitación de hotel que alquiló Hermes es bastante grande, es toda una suite, aunque no me sorprende, es normal que gaste en cosas caras. Me siento en el sillón y comienzo a escribir, veo a mi marido que hace unos llamados en el balcón, entonces me desconcentro con esos bellos ojos claros mirándome, a pesar de que está conversando por teléfono ¿Cómo hace? Yo no puedo realizar dos cosas a la vez. Me muerdo el labio inferior, olvidándome de lo que estaba creando.

Soy una pervertida, pensando cosas sucias.

Abre el ventanal para dejar de estar en el balcón, cuando corta la llamada de su celular, lo guarda y se me acerca.

―¿Terminaste todos tus negocios aquí? ―le pregunto curiosa ―Volvamos a casa, la tranquilidad del pueblo es más bonita ―Sonrío.

―Aun no ―expresa de manera fría como siempre ―Bastián me tiene en la mira. No voy a huir como un cobarde, le voy a demostrar que nadie se mete conmigo, me las pagara.

―¿Qué harás ahora? ¿Te has contactado con tus socios? ¿Qué ha pasado con el Señor T?

―Estás bien informada ―opina.

Perversa Oscuridad: Conquista [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora