9: Fundadores

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Malya

Rodeo mis piernas en la cintura de Hermes mientras me penetra y siento el bombeo de nuestros cuerpos meneándose en el sillón de una de las habitaciones de este tren. Me preocupa su herida aunque a él no le importe, además de tener sentimientos encontrados.

Cielos como lo extrañe.

Amo como domina cada parte de mí. No admitiré en voz alta que vine en falda porque tenía la esperanza de que estuviera bien y así reunirnos de esta manera tan apasionada. Era lo que pretendía, aunque no conté con que en realidad estuviera herido y quisiera hacerlo de todos modos.

Debería haberlo previsto.

Mis caderas se mueven mientras empuja. Estoy sudando, transpirando, mi cuerpo ha sido empapado por el calor que sentimos el uno al otro. El flujo se escapa, es tan deleitante sentir a Hermes tan dentro de mí. Rasguño su espalda y lo abrazo. Ese cuerpo tan fuerte me enloquece. Y aun así me preocupa, no puedo evitarlo.

―De... deberíamos parar ―ofrezco.

―Olvídate de mi herida ―exclama entendiendo. Sus manos pasan a mi trasero y continua embistiéndome, cierra los ojos sintiendo el éxtasis ―¡Uf! Malya, no sabes cuánto te extrañe ―Se muerde el labio inferior.

―Hermes...

Su pene está tan... tan bueno. No puedo describirlo correctamente porque me vuelve loca de pasión y no me deja pensar, pero entra a la perfección entre mis paredes. Ojala pudiera quedarse allí dentro por siempre. Regocijándome de placer, sí por completo.

―Oh cielos ―chillo cuando sube una de mis piernas a su hombro, intensificando la unión de nuestros sexos.

Termina girándome de costado y a mí no me queda otra que agarrarme fuerte del respaldo del sillón. Lo hace para que no pueda ver su herida de manera directa. Eso fue astuto.

―Tramposo ―me quejo ―¡Ah! No... no deberíamos...

―Malya, concéntrate ―me ordena.

―En... ¿En qué?

―En mi pene ―susurra en mi oído y me sonrojo más de lo que ya debería estar.

―E... eres un pervertido.

―Tú me conviertes en uno, responsabilízate.

Hago lo que me ordena, porque me encanta que me domine. Esa personalidad tan prepotente me hace perder la razón. No puedo evitar desvariar con cada cosa que me dice, mi imaginación se expande al límite y mi cuerpo solo lo quiere obedecer.

Me muerdo el labio inferior y pienso en lo que me ha pedido. Que me concentre en su pene. Ahora es justo lo que toca mi intimidad una y otra vez. Ese miembro viril se mueve ahí dentro, tan profundo en mí. Me hace jadear y puedo sentir como me hace perder el sentido.

―Se ve que lo disfrutas ―opina susurrando otra vez en mi oído, lo que provoca un suspiro de mi parte.

―Uh... s... sí... ―Se me entrecorta la voz.

―Me encanta ―Nos besamos un momento y nuestros cuerpos siguen moviéndose mientras se deleitan el uno con el otro.

Estoy excitada, ya he tenido muchos orgasmos juntos. Intento mirarlo a Hermes, que al yo estar de costado me cuesta verlo y noto que sus pupilas están dilatadas. Puedo sentir que su órgano viril está más hinchado, no le queda mucho, resiste un poco más, retiene lo más que puede mientras parece que me hará desfallecer. Cielos con esos empujes, estoy jadeando de tanta adrenalina. Él me vuelve loca. Me pierdo en las estrellas mientras me embiste más y más. Grito de placer todo lo que quiero, le entrego todo a Hermes. Él me hace sentir en las nubes con cada arrebato y yo dejo que domine mi cuerpo a su antojo. Si quiere partirme en dos, no tengo objeción, puede hacerlo. Chillo cuando expulsa todos sus fluidos dentro de mí y el calor inunda toda mi zona erógena. Pela, está que hierve de pasión, empuja un poco más a pesar del cansancio y la agitación, entonces tira de mis pies, para que me agarre de él. Mi intimidad palpita, pero rodeo mis piernas en su cintura y dejo que siga con sus arrebatos.

Perversa Oscuridad: Conquista [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora