22. Corre.

1 0 0
                                    

-Bien, chicos. Hoy vamos a hacer un ejercicio de velocidad.

David miraba a un punto fijo. Escuchaba las palabras del profesor de educación física borrosas. Temblaba.

-David. ¿Tienes frío? -Le susurró una compañera.

David seguía mirando el punto fijo, sin reaccionar.

-David...

La chica pasó su mano por delante de sus ojos varias veces. Este por fin se dio cuenta y alzó la vista. Solo la miró sin decir absolutamente nada.

-¿Estás bien?

-¿Qué pasa ahí? -Preguntó el profesor.

-No, nada. Es que está raro.

-Bueno, pues luego le preguntas, ahora a lo que hay que estar.

El profesor continuó con lo suyo.

-Imbécil. -Dijo la chica en un tono inaudible refiriéndose al profesor.

-Equipos de 4 personas, venga. -Ordenó el hombre.

Todos los alumnos se dirigieron hacia el centro del campo para hacer los equipos excepto David, quien seguía temblando en el mismo punto fijo de antes.

La chica miraba a David preocupada.

-¡David! -Gritó el profesor.

Este dio un pequeño salto y lo miró.

-¡Vamos! ¿Qué haces?

-Pero, ¿no ves que no está bien? -Intervino la misma chica de antes.

-Clara, no te metas. -Le susurró un compañero, sabiendo el carácter del profesor.

-Estoy bien. -Dijo David costosamente mientras se levantaba lentamente.

Respiró hondo.

El profesor solo se dedicaba a mirar la situación sin decir ni una palabra. Observaba cómo David se dirigía con sus compañeros.

Ya hechos los equipos, el profesor explicó por dónde se tenía que correr.

-Ya.

David salió como un rayo, superando a todos sus compañeros por mucho. Se hizo 200 metros en 24 segundos.

-Buen trabajo. -Felicitó el profesor.

Él solo estaba desahogándose. El deporte le hacía salir de sus pensamientos.

Tras una clase dura, para algunos más que para otros, los alumnos fueron a cambiarse a los vestuarios.

David se había despejado. Cogió sus cosas y se dirigió al lavabo. Al llegar, abrió el grifo y se mojó la cara, haciendo llegar el agua también al pelo. Se quitó la camiseta dejando al descubierto sus marcados pectorales y se lavó las axilas. Seguidamente cogió su camiseta y se la puso.

Ni una palabra salió de su boca. Salió del gimnasio y se marchó a casa, pelándose así castellano y filosofía.

Felicidad Inesperada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora