Killer Queen (Dylmas)

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Advertencia breve: Smut, vocabulario subido de tono y prostitución de lujo~ 

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Se rumorea en las calles de Francia sobre una "reina" que solamente muy pocos han tenido el honor de conocer. Dicen que tiene la piel más exquisita y que sus labios son una auténtica perdición. Solo se podía conocer a la dichosa reina cuando llegara una invitación que la misma externaba para ir al lugar a donde residía actualmente, puesto que ella suele cambiar de hogar cada dos o tres meses. 

Cuando a Dylan le llegó una carta solicitando su presencia en cierta ubicación, no quiso declinar la invitación, sobre todo porque tenía una gran curiosidad de descubrir la imagen de una de las figuras que estaba en la boca de toda París. Así que se vistió con su mejor esmoquin y se echó unas cuantas monedas de oro al bolsillo, procurando que sean las suficientes.

Monsieur O'Brien.—un muchacho de rasgos asiáticos se acercó a él y le dio una pequeña reverencia.—A nuestra reina le encantará su presencia. 

Merci.—agradeció, sonriendo levemente.—¿Y... cuál será el precio?

—No se preocupe en eso por ahora, lo sabrá después. Por el momento, sígame, lo llevaré a la carroza que nos dirigirá a nuestro destino. 

O'Brien así lo hizo, siguió al joven hasta llegar a una carreta de madera con grandes ruedas doradas. En la portezuela había una pequeña corona de oro con rubíes y esmeraldas incrustadas en el adorno. Al entrar, los asientos estaban cubiertos por terciopelo rojo y las cortinas rosadas parecían estar hechas de seda. Era un lujo auténtico y extravagante. 

[...]

En la mesa habían enormes bandejas llenas de langosta, caviar de salmón, ostras y algún tipo de corte cárnico caro. Asimismo, no pudo dejar por desapercibido los candeleros dorados que rodeaban su persona y los utensilios de oro que estaban perfectamente colocados en la mesa de caoba.

Todo estaba ahí, menos ella. 

—Me alegro mucho que haya aceptado mi invitación, monsieur. Para mí es un gran placer tener huéspedes en mi humilde morada.—un chico joven se acercó a él con una sonrisa ladina y soltando una bocanada de humo de su cigarrillo, al no recibir respuesta del castaño, continuó:—Yo soy la reina de la que todo París habla, espero que no se haya decepcionado, monsieur.

Dylan carraspeó y sintió su cara enrojecer, no se había esperado lo que veía, aunque tampoco estaba nada mal para él. Examinó con brevedad al hombre, este era rubio y de una tez pálida que asemejaba ser jodidamente suave, era alto y esbelto, con unos ojos chocolate oscuro que lo podrían llevar al borde de la locura. Tragó saliva al ver que nada más llevaba puestos unos calzoncillos de tela transparente con encaje y también una capa roja de reina. 

—N-no, no estoy nada decepcionado.—se removió incómodo en la silla, evitando ver el bulto marcado en la ropa interior de la reina. 

El rubio sonrió con malicia y sin decir nada se sentó en su regazo, Dylan se sintió desfallecer al notar la fricción que ocurría entre ambos cuerpos. 

—Eso me alegra, ya que tengo muchas ganas de divertirme contigo.—respondió, exhalando más humo del cigarrillo caro que llevaba en sus dedos. 

—¿Y-y su corona, mi reina?

—Me la pondré si así deseas, mon chéri.—dijo besando los labios del castaño castamente.—Y por favor, llámame Thomas, quiero escuchar tu linda voz pronunciando mi nombre mientras me posees una y otra vez ¿aceptas?

One shots (newtmas & dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora