Cap 3- Eustacio

438 47 0
                                    

Alejandro:

Me encantaba hacerla enojar, se ponía roja como tomate, era toda una fiera. No sabía lo hermosa que se veía cuando se enojaba, no tenía ni idea. Sabía que el que le informará del viaje de esta manera, la desquiciaria y así sucedió.

No existían planes de viajar, pero se presentaron algunos inconvenientes que exigía urgentemente mi presencia. No, no era necesario que ella fuera, pero algo más fuerte que yo la necesitaba cerca y me invente un pretexto. "Debía familiarizarse con el sistema que mi compañía usaba". No le quedaba otra opción que aceptar, ya que firmó el contrato sin leerlo. Otro punto a mi favor.

- Y se puede saber ¿Por qué no me llamó a mí, para informarme del viaje en vez de a mi mamá?

- Porque tú ya venías en camino y necesitaba que alguien empezara a empacar tu maleta.

- La empleada soy yo, no mi madre y usted ni siquiera sabe si puedo ir o no – dijo furiosa

- Mira, tú acabas de firmar el contrato y una de las cláusulas estipulaba que tú viajarías conmigo a donde yo fuera de negocios – resopló derrotada.

-Está bien ya me voy, tengo que ir a terminar de arreglar la maleta.

Se dio la vuelta para salir, pero justo antes que abriera la puerta alguien tocó. Volté a ver de quien se trataba y pude ver cómo su semblante cambió al encontrarse con el empleado que me buscaba.

- Fernanda – el hombre saludo con la vista al suelo.

Ella lo observo en silencio, su cara mostraba diferentes emociones en cuestión de segundos y así como aparecieron, así desaparecieron. Salió como rayo de la oficina, dando un golpe al hombro de este, haciéndolo perder el balance.

- Eustacio, pásale

- Patrón, traigo respuesta a su encargo – dijo apenado por lo que acababa de suceder

- Muchas gracias -tomé el sobre que me ofrecía y lo volté a ver – puedes marcharte - él se dió la vuelta para salir, cuando lo detuve - un momento Eustacio... no pude evitar notar que hay un poco de fricción entre tú y la señorita del Alto. Espero, qué sea lo que sea que hay entre ustedes dos, no vaya a afectar su trabajo.

-No señor pierda cuidado, le aseguro que lo que pasó entre ella y yo, ya es agua pasada. No tendrá queja de nosotros

-Eso espero, puedes retirarte... y gracias- no pude evitar sentir una punzada en mi pecho. Era un sentimiento extraño para mi. ¿Celos? Tal vez, no lo puedo asegurar. Sabía que debía de arrancar este sentimiento que crecía dentro de mi, que no podía estar dándole rienda suelta a mi imaginación, pero no podía hacerlo. No me la podía quitar de la mente ni un segundo del dia. Desde que la vi en ese río, estaba ahí constantemente y el imaginarla con alguien más me molestaba de gran manera.

Tenía claro que debía alejarme, estaba comprometido y aunque era algo arreglado por mis padres, era irrevocable.

Nunca en mi vida había sentido algo similar por alguna mujer y ahora que lo hacía, estaba comprometido. Sé que me porto como un patán con ella, pero es precisamente por lo mismo, porque me enloquece.

La verdad no sé cómo actúar cuando la tengo frente a mi, sé que le gusto y aunque me encantaría que pudiéramos tener algo más que solo un trato profesional, es imposible.

La noche llegó y yo no podía pesar, sólo de imaginar que estaríamos juntos básicamente toda una semana, si es que no más. Sería solo para mí

Al llegar nos fuimos directo a la oficina, los asuntos eran urgentes y necesitaban de mí inmediata atención.

Subimos a mi piso y justo cuando le pensaba mostrar mi oficina llegó Sonia, una ex amiga, si se la podría decir de esa manera. Le pedí a Fernanda que llevara unos documentos a archivos y que después se sentara con mi secretaria, para que le mostrara el sistema. Yo por mi parte me encerré en la oficina con Sonia, teníamos mucho de qué hablar, ya que ella era una de las inversionistas de mi empresa.

Con la luna de testigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora