Fernanda:
- ¿Lo dejé en el Edén?
- ¿Hace cuánto de eso? - pregunté, sin quitar la vista del señor
- Aproximadamente media hora
¡Me vió! No tenía duda y no lo digo por el tiempo que era exacto, si no por sus ojos. Me veían con una intensidad que me doblaba la rodillas. Penetraban lo más profundo de mi ser, desnudaba mis más intensos anhelos.
- Y dígame señor Hidalgo ¿Pudo apreciar el paisaje? - pregunté, de una forma que le dejaba ver mi molestia
- No muy bien.. la belleza se debe apreciar de cerca y detenidamente, con tiempo, para poder disfrutar su hermosura... en su totalidad - respondió el muy fresco. ¿Que se creía el estúpido? Me enfurecía su comentario, pero no lo puedo negar, también me halagaba.
- Con su permiso, necesito cambiarme. - dije y salí volando de ahí. No podía dejar que me siguiera viendo como lo hacía. Yo no era el postre que se ofrecía después del plato fuerte, pero si seguía viéndome de esa manera tal vez si sería el plato fuerte.
Después de una hora aproximadamente bajé con la esperanza que ya no estuviera en casa.
Muy poco me duro el gusto, porque con lo primero que me encontré fue precisamente con él. Observaba atentamente fotos de la familia. La locura se me subió a la cabeza y tomándolo del brazo lo pegué contra la pared. Saqué mi pistola y la coloqué en su miembro, el cual debía estar igual de delicioso al dueño.
Debía quitar las ideas morbosas de mi mente, porque por más que se me hiciera agua la boca, él era un hombre que no respetaba la privacidad de la gente y le debía enseñar a hacerlo.
- Me vale mierda que usted sea el patrón, si me vuelvo a dar cuenta que me espía, le vuelo... - puse más presión, pero él me observó de lo más tranquilo. Yo no pude reaccionar al ver la leve sonrisa que se formó en sus labios.
Era un hombre exageradamente atractivo, varonil, un Dios. Un Dios que bajaba del cielo, para poner a prueba mi auto control. Reprobado al instante, porque su sola presencia no solo me enfurecía, si no que tambien me hacía pecar de pensamiento (Amar a tu prójimo como a ti mismo) pues si se dejaba, gustosamente me esforzaba, por dejar a un lado mi frustración y...
- Te aseguro que no fue mi intención, eres una mujer muy bella, pero yo soy un caballero. Cuando me percate de tu presencia me marché inmediatamente.
- Jurelo - exigí. Como si eso tuviera valor, para los hombres que nos veían sobre sus hombros.
- ¿Bromeas? - sonrió una vez más, derritiendome al instante. Controlate, controlate, me repetía mentalmente una y otra vez.
- ¡Jurelo! Tal vez para usted eso no tenga valor, pero para mí si- volví a apuntarle. Él solo levantó las manos en rendición. Inhaló profundamente y apretó los labios, intentando no soltar la carcajada. Puse más presión, para que viera que no jugaba.
- Esta bien, está bien, si eso es lo que quiere escuchar, lo juro - pude ver su falsedad, pero no me importaba engañarme a mi misma, me bastaba con oírle decirlo.
En ese precio momento oí pasos en el pasillo y me retire de él.
- ¿Qué haces con esa pistola niña? - mi madre me reprendió.
- Me la mostraba - respondió él por mí - dice que es muy importante traer una por estos lugares.
- Y no miente, por estos rumbos hay muchos chacales que roban sin piedad y no se diga de las serpientes - él solo sonrió - ¿Listos para ir a comer? - preguntó mamá.
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Con la luna de testigo
Romansa¿Que estarías dispuesto a dar por amor? Alejandro Hidalgo, hombre de negocios quien creía tenerlo todo, dinero, mujeres, poder y libertad. Puede perderlo todo, si no obedece a una clausula del testamento de su padre. Debía casarse con una mujer desc...