Cap 5- ¡Dispara!

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Alejandro:

Demonios, dejarla después de probar sus labios fue lo más difícil que había tenido que hacer en mi vida.

La mañana siguiente fue una tortura al tenerla a mi lado y no poder tocarla. Sus labios eran adictivos y tenerla frente a mi, viendo como los mordía, me hacía perder la razón. Algo que hacía siempre que se encontraba concentrada en algo.

- Por favor amigo deja de jugar. Tú sabes muy bien que este no es el momento, para andar enamorando chicas. Estas comprometido y no hay nada que se pueda hacer al respecto, así que déjanos hacer el intento a nosotros los solteros - quería matarlo por su comentario.

- Tú eres mi abogado y lo único que te debería importar, es encontrar algo que los haga desistir de cumplir con ese maldito contrato. Ofrece dinero, mucho.

- Lo siento, pero recuerda que el que estipuló la cláusula fue tú propio padre y si de dinero se tratará, tendrán más de lo que les puedas ofrecer una vez que se casen.

Me sentía atado de pies y manos, debía encontrar una salida. No me podía casar, pero tampoco podía permitir que mi madre fuera a prisión.

Esa noche Fernanda se veía perfecta, era la más hermosa de la fiesta y lo único que deseaba era besarla ahí frente a todo el mundo. La saqué a bailar, necesitaba sentirla cerca. Pegué su cuerpo al mío, no quería que hubiera espacio alguno que la separará de mí.

Necesitaba tocarla, sentirla en mis brazos y oler su piel, respirar su aliento. Esa fierecilla se estaba convirtiendo en una necesidad para mí y eso me asustaba.

Ella sentía lo mismo que yo, lo podía sentir en su respiración, en los latidos de su corazón que golpeaban mi pecho con gran fuerza. Su cuerpo temblaba con mi tacto y sus ojos se perdían en los míos, gritando deseo.

Carlos nos interrumpió y yo como patán le cedí la pieza. Me odiaba a mi mismo, lo odiaba a él y aunque sé que lo hacía para evitar que cometiera una tontería de la que después me arrepentiría, quería matarlo.

Ver la decepción en los ojos de Fernanda una vez mas, me hacían sentir como un patán.

Los vi bailar desde la barra y odiaba aceptarlo, hacían bonita pareja no lo podía negar. Aunque me gustaría bajarle la luna y ponerla a sus pies, yo era un hombre comprometido y él... él era un tipazo. Era el hombre perfecto, para cualquier mujer. ¿Mujeriego? Sí y mucho, pero cuando una mujer le interesaba, éra el hombre más fiel del planeta.

¡Moría de celos! Un sentimiento extraño y nuevo, para mi. Los celos nunca fueron una opción, solo eran muestra de debilidad e inseguridad y nunca me permití que un sentimiento como ese se albergará en mi mente. Siempre he sido un hombre seguro de si mismo, porqué siempre he sabido perfectamente lo que valgo.

Sin embargo hora tenía celos de mí mejor amigo, del único hombre que me la podía ganar con los ojos cerrados. No es que me sintiera menos que él, para nada, solo que yo contaba con el peor de los defectos, estaba comprometido. Aunque me dolía odiaba aceptarlo, él llevaba las de ganar

- ¿Interrumpo? - preguntó Sonia, sentándose a mi lado.

- Claro que no... ¿Gustas algo de tomar?- ofrecí

- Si es de tus labios, lo que tú quieras..

- Sonia compórtate - la reprendi

Sin esperármelo me tomó de la mano y me puso de pie

- Vamos a bailar - no me dio tiempo de negarme o buscar una excusa, cuando ya me llevaba a la pista de baile.

Fernanda nos volteó a ver y la sonrisa que llevaba pintada en la cara, gracias a las payasadas de carlos, desapareció. Sonia parecía percatarse de la atracción que existía entre los dos y más se pegó a mi cuerpo.

Con la luna de testigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora