Cap 17 - Mi prometido

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Alejandro:

Pude sentí su cuerpo tensarse y sin esperarlo se sentó.

- ¿Alejandro que haces aquí?- sonreí y la tomé por la cintura, intentando que se volviera a acostar

- Estoy cuidando a mi mujer - respondí, pero ella se resistió

- ¿Tienes una idea de lo que hará Francisco si te encuentra aquí? ¡Te mata! Tienes que irte...

- No, ven acuéstate conmigo... - la interrumpí

- Alejandro...

- No te preocupes, estamos solos en casa. Anoche me deshice de tu hermano y tu mamá como ya sabes, no está en el pueblo.

- ¿Que hiciste? - preguntó incrédula.

- Le pedí que llevara a Carlos a la hacienda. Le dije que aquí lo esperaría, porque necesitaba hablar con él y de paso te cuidaba.

- ¿Y si llega ahorita que estás aquí en mi cama? Él no me dejaría a solas contigo así nomás. Además ¿Para que quieres hablar con él?

- Una pregunta a la vez - me senté a su lado y besé su hombro - no necesito hablar con él. Cuando venía, ví que el rio estaba algo crecido y supuse que cuando él regresara, sería imposible cruzar.

- Él es muy astuto y conoce bien las corrientes...- hablaba nerviosa

- No te preocupes, hace un rato llamó diciendo que no pudo cruzar y yo le dije que se quedará en la hacienda y que mañana después de ordeñar las vacas viniera, que yo cuidaría de tí.

- ¿Acepto así de fácil?

- A regañadientes, pero no le quedó de otra - le acaricié su mejilla y di un beso. Tenía un poco hinchado por el golpe que se dió al caer - Mirá nada más cómo estás - Ella sonrió apenada - Francisco me platico que te caíste anoche, mientras buscabas medicina en la obscuridad. ¿Como se te ocurre?

- No quería despertar a mi hermano - la abracé

- Debes de poner más atención - nos acostamos y ella se acomodó en mi pecho. Aunque quería tomarla en ese momento, porque era un adicto a ella, no lo haría - duerme mi amor, que yo cuidare de ti.

La mañana siguiente, desperté con un olor exquisito en el aire. Volté a mi alrededor y no se encontraba Fernanda por ningún lado. Me dirigí a la cocina y tal como imaginé, se encontraba preparando un delicioso desayuno.

- Huele riquísimo - la abracé por la espalda. Sabía contaba con múltiple cualidades, pero la cocina era el mejor de todos. Desayunamos y pasamos a la recamara por el postre. No voy a negar que aunque esta casa era muy humilde, era muy acogedora y me hacía sentir precisamente así, en casa.

Nos bañamos y dirigimos a la hacienda en dónde nos encontramos con Francisco, que se dirigía a su casa. No sé si sospechaba lo que existía entre su hermana y yo, pero si era así, lo ocultaba muy bien. El que no se veía muy contento era Carlos, que reprendía a Fernanda con la mirada. Ya me estaba cansando los atributos que se tomaba ¿Quien se creía que era? ¿Con que derechos se sentía sobre ella? Aunque no lo aceptara frente a ellos, me molestaba de gran manera y más al no saber que fue lo que pasó entre ellos dos aquella noche que no llegó a dormir. No me importaba lo que haya pasado, ahora ella era mía y haría todo lo posible e imposible porque así continuara. ¿Me odiaría una vez que se enterará que mi madre fue la que mató a su padre? Tal vez si, pero tengo confianza que este sentimiento que existe entre los dos, sea lo suficientemente fuerte, para que no se interponga en nuestra relación.

Las semanas que siguieron, se convirtieron en una pesadilla. El desgraciado de La garza, me tenía de las pelotas con eso de la boda. Cuando él vio que me mantenía firme en mi decisión de no casarme, uso otra estrategia. !Fernanda! ¡¡Bastardo!! ¿Que haría? Yo no la podía dejar, me moría si lo hacía, ella se había convertido en lo más importante de mi vida, en mi todo.

La cena de presentación, se llevaría acabo un día antes de la boda. Le haría creer a todos que me casaría con esa mujer y después me llevaría a Fernanda lejos de aqui, poniéndola a salvó de esos desgraciados.

Una semana, solo faltaba una semana para ese día y cada vez estaba más seguro de lo que haría, mi plan saldria a la perfección, no había cabida para un error.

Fernanda tenía un compromise en esos mismos días, lo cual facilitara todo. Me invito, pero le asegure que me era imposible acompañarla y ella aceptó a reganadientes.

No me cansaba de verla, cada vez se veía más jovial, más llena de vida y yo cada vez la amaba más. Un día antes de la famosa cena, viajamos a California de negocios y Carlos como siempre de acomedido la llevó a conocer el puente de San Francisco (El Golden Gate). Eso era algo que yo quería hacer personalmente, pero siempre se presentaba una junta ultimo momento. En estos momentos lo que menos quería era separarme de ella, temía perderla, temía que se diera cuenta de la boda y creyera que la había engañdo.

A las horas llegaron a casa, ella se veía muy feliz, pero Carlos por su parte algo molesto. Se fue inmediatamente y ella ignorandolo, corrio a mis brazos y besó como nunca antes lo había hecho.

- ¿Y ahora porque tan feliz? - aúnque no lo quisiera aceptar, me moria de celos, siempre senstiria celos de él. Siempre he creido que los celos son muestra de inseguridad y si, me sentía inseguro, no tanto de Carlos, si no de mi mismo. No he sido capaz de ponerla a ella ante todo, sin importar lo que el mundo crea. Ella siempre ha querido mantener nuestro amor en secreto y yo por conveniencia acepte, pero ahora no soporto seguir viendola a su lado.

- Te amo, eso es todo lo que te puedo decir por ahora. - la abrace fuertemente a mi cuerpo y la besé como si mi vida dependiera de ella.

- Y yo a ti, nunca dudes de ello. Nunca dejes que NADA te haga dudar de mis sentimientos por ti. Tu eres mi vida, nunca lo dudes. ¿Porque lo sabes verdad?

-Si, lo se - respondio en mis labios

- ¿Como lo sabes? ¿Te vasta con que yo lo diga? ¿Mi palabra es suficiente, para que me creas?

- Si, tu palabra es suficiente para mi, pero no es eso lo que me deja ver que me amas. Estoy segura que así es, porque puedo verlo en tus ojos. Cuando me ves, me haces sentir que no existe nada más en el mundo para ti, que yo. Me dejas ver que el mundo a tu alrededor carece de valor si estoy entre tus brazos - besó mis labios tiernamente - puedo sentirlo en tus besos, porque se que al igual que yo, respiras por mi aliento. Tu cuerpo me lo demuestra cada vez que hacemos el amor, porque cada caricia que me haces, es una recarga a esa batería que se descarga cuando no estamos juntos. Así que no, no es solo porque tú lo digas, si no porque cada acción, cada palabra que sale de tus labios me lo dejan saber.

- Tengo miedo perderte Fernanda. Tengo miedo a vivir una vida sin ti, a que me dejes de amar- su cuerpo se tensó y sus ojos se llenaron de agua, las cuales contuvo

- Nunca te dejare de amar y el día que me muera, tú serás el que estará en mi mente, eso lo puedes jurar.

Esa noche la amé como nunca lo había hecho antes. No quería pensar que fuera despedida, porque no lo permitiría. Ella era todo para mi y no permitiría que nada, ni nadie me alejara de ella. Temía a su reacción cuando se enterara de todo, porque lo haría, yo mismo se lo contaría el dia siguiente cuando fuera por ella, para llevármela lejos. Ella me amaba, y sé le dolería mi engaño, pero no había otra opción.

La mañana siguiente llegó y ella se marcho a su hotel a alistarse, para salir a esa cena tan importante que iría. Me sentía el peor de los hombres, nunca debi mentirle. Lo unico bueno del asunto, es que contaba con el apoyo de Carlos, quien estaba presente a mi lado. Todos se veían contentos y Maria, era la mas feliz de todas. ¡Claro, se había embolsado una minita de oro!

- Ya para de tomar Alejandro - me reprendió Carlos - La noche apenas empiesa y ya estas hasta las chanclas.

- ¿Como quieres que este? mhm. ¿Feliz de estar aquí, rodeado de mierda? - le apunte a la mesa de la novia y ahi se encontraba Maria con su padre y el abuelo, el señor De la Garza, que me observaba atentamente. Me volté a la barra a tomar mi copa, cuando Carlos hizo un ruido con su garganta y su cuerpo se tensó de tal manera, como si le estubieran apuntando con una arma. No me pude contener y volté a ver que era aquello a lo que veía con tanto horror. El aire abando mis pulmones al encontrarme tras de mi a Maria, que llevaba de la mano a ni más ni menos que a Fernanda. Sus ojos se abrieron como plato, llenos de confusión al verme ahí.

- Quiero presentarte a mi prometido, Alejandro Hidalgo, aúnque tu lo conoces muy bien, ya que trabajas con él.

Con la luna de testigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora