Fernanda:
Sentir el viento golpeando dulcemente mi rostro mientras corría a todo galope por las pradera, me hacían sentir libre, invencible, dueña del mundo. Era como si volará, como si con sólo estirar las manos, pudiera tocar el cielo con mis dedos. Los verdes montes y sus grandes praderas me daban gran paz y una tranquilidad inimaginable. Era una belleza indescriptible, que ni un pintor jamás ha podido poner en lienzo.
Estos últimos años he derramado más lágrimas de las que creí posible llorar, pero he aprendido a no temerle a la muerte y vivir día a día como si fuera el último. Cada segundo qué pasa lo disfruto al máximo al lado de mi familia. Mi hijo vino a dar estabilidad emocional a mi alma, desde el momento que supe que existía. Lo amé con todo mi ser y estuve dispuesta a dar mi vida por el. Ese amor creció día a día y más al tenerlo por primera vez entre mis brazos y verlo sonreír.
Mi esposo por su parte vino a darme luz, fuerzas y pasión. Pasión que logra que mi sangre arda en mi cuerpo, que me mantiene viva y llena de deseos. Si, mi esposo. Él es la otra parte de mi, mi media mitad, mi complemento y sin el nunca podría sentirme completa.
¿Como llegué a ser su esposa? Pues fue algo muy sencillo, incluso mi madre dice que ridiculous. Se molestó bastante. Ella quería una mega fiesta, al fin de cuentas era su única hija y quería que la gente del pueblo viera que nuestro amor era real, pero cómo hacer algo tan despampanante cuando el dolor de la pérdida de María y de mi tío.. papá eran muy reciéntes.
El y yo no necesitábamos la aprobación y mucho menos las críticas de la gente, así que unos días después de ser dada de alta, decidimos ir a la corte y casarnos, así de simple.
Una tarde los cite a los tres en el lugar en donde se llevaría acabo el matrimonio y sin saber de que se trataba llegaron. Al darse cuenta lo que sucedía, mamá se puso a llorar como magdalena y más aún al escuchar al juez llamarme señora Hidalgo. Yo no necesitaba a nadie más a mi lado, más que a la gente que me amaba y el verlos sonrientes con mi bebé en brazos, me hacía la mujer más feliz del mundo.
Ya pasaron dos años desde entonces y nuestro matrimonio ha llegado a ser ejemplar ante los demás y sobre todo lleno de amor. Carlitos, así se llama mi hijo, es un niño hermoso lleno de vida y todo un travieso. Está en la edad en donde vuelve loco a cualquiera, así que estás escapada al lado de mi marido, son muy necesarias.
Él sabé lo mucho que amo ver la puesta del sol desde el edén y siempre que estamos en la ascienda, hace tiempo para que podamos hacerlo juntos.
Este lugar siempre me hacía sentir llena de vida, amaba estos montes por los cuales cabalgue desde pequeña, por lo cuales corrí miles de veces. Ahora era madre y no había nada más en este mundo que anhelara tanto como inculcar el amor por estas tierras a mi hijo. Ya pronto llegaría el tiempo cuando lo pudiera enseñar a nadar en el río y a montar a caballo. Ya lo puedo ver jugando con los demás niños a la resortera, cazando lagartijas y llegando a casa sucio, lleno de tierra.
Me detuve junto al río, admirando el poder de su naturaleza, la fuerza con la que las aguas corrían por esa cascada llena de vida. Él inmediatamente desmontó y se dirigió a ayudarme a bajar de mi yegua. Nos sentamos al lado del rio y me abrazo por la espalda tiernamente. Observamos la puesta del sol y el nacer de la luna.
Podía sentir la mirada de Alejandro en mi rostro y aún después de tanto tiempo juntos, no puede evitar sonrojarme. Creo nunca va a dejar de causar esa sensación en mi, es lo mismo cada que se me acerca, que me toca o me hace el amor. Lo amo y cada día qué pasa, crece más ese sentimiento por él.
- Fue aquí precisamente en donde te vi por primera vez- dijo dando un beso a mi mejilla - cuando te vi desnudarte, me decía que debía irme, que no era correcto lo que hacía, pero no pude. Te amé desde ese momento - me volteo la cara, para que pudiera verlo a los ojos y besó tiernamente mis labios- y supe que serías mía algún día
- Muy seguro de ti mismo, engreído
- No, no fue altivez, fue algo más, pero supe que así sería. Nuestras vidas estaban destinada a estar unidas y a pesar de que casi te pierdo en la muerte, no una vez, si no dos, estás aquí conmigo. No se puede contra los designios de Dios y el fue quien te puso en mi vida. Tu reacción al verme en tú casa, me lo confirmaron, Serías mía.
- ¿Cómo te lo confirmé según tú? - pregunté anonadada con su belleza
- No se, la forma en que me veías - sonrío - tú pulso se aceleró y tu respiración se agitó, estabas sintiendo exactamente lo mismo que yo. Cuando te besé por primera vez en esa cocina y tú respondiste fervientemente a ese beso, supe que nada en el mundo te alejaría de mi, jamás - me volvió a besar, pero esta vez con pasión.
Yo no pude hacer nada más que responder con la misma pasión con la que él me besaba. Lo amaba y en ese momento nos dimos completos, bajo la luna llena. Hicimos el amor acompañados del canto de los grillos y del susurro de las aguas del Río. Sentir sus caricias en mi piel y escuchar las palabras que salían de sus labios, siempre lograban hacerme perder la noción del tiempo.
Me llenaba de besos de pies a cabeza y aunque me sentía un poco incómoda por las cicatrices en mi cuerpo, el las besaba con amor. "Estas son las cicatrices de una guerra, las cuales muestran que venció a la misma muerte" siempre decía, logrando que me olvidará de ellas.
- Te amó y con la luna de testigo te juro que siempre te amaré, no habrá nada, ni nadie que me separe de ti jamás - después de esas palabras tan llenas de amor, nos perdimos en el fuego de nuestra pasión, en los deseos insaciables que teníamos el uno del otro. La Luna fue testigo de nuestro primer encuentro y siempre será testigo de nuestro inmenso amor.
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Con la luna de testigo
Romansa¿Que estarías dispuesto a dar por amor? Alejandro Hidalgo, hombre de negocios quien creía tenerlo todo, dinero, mujeres, poder y libertad. Puede perderlo todo, si no obedece a una clausula del testamento de su padre. Debía casarse con una mujer desc...