Cap 10 - Mi corazón no puede más

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Fernanda:

Me sentía cansada, agotada, mi cuerpo era de plomo. Por más que intentaba despertar me era imposible lograrlo. Los ojos bailaban de lado a lado queriéndose abrir, sin éxito.

La noche anterior fue algo... especial diría yo y mi cuerpo lo estaba sintiendo. No solo trabajamos duro protegiéndonos de las inundaciones por el día, si no que estuve sumergida en ese frió río, en donde casi dejo de existir.

Gracias a la rápida intervención de Alejandro, es por lo que precisamente estaba luchando por despertar.

Fue una noche loca la cual cerré con broche de oro, embriagandome de sus besos y caricias. Así que aún estaba borracha, borracha de su amor.

Fue la mejor noche de mi vida y aunque si, es verdad que estuve a punto de morir, el trofeo final fue el mejor premio que podría recibir.

Extendí la mano buscándo sentir su piel, pero nada. Sin poderlo evitar abrí los ojos asustada ¡Habría sido un sueño! No, no podia ser, el recuerdo de la noche que pasamos junto era muy real y el olor de su piel aún impregnaba mí almohada.

Volte a mis alrededores y si, estaba en el jacal. Fue verdad, yo lo sabía. Me senté a puras penas y aunque todo me dolía, la satisfacción era más que gratificante. Una enorme sonrisa se pinto en mis labios y mis dedos volaron a mi cuello, recordando su boca en mi. En ese momento la puerta se abrió de golpe y entró él, el hombre que vino a poner mi mundo de cabeza.

Pude ver sus ojos barrer mi cuerpo con adoración y una sonrisa pinto su rostro, pero de repente se opaco. Hasta ese momento me percate de mi desnudes y sentí el calor subir a mis mejillas. El miedo me embargó de golpe y un dolor se incrustó en mi pecho. Tomé la cobija y tapé mi desnudes, queriendo hundirme en ese río una vez más.

Mil dudas y preguntas bombardeaban mi mente ¿Que haría si me volvía a rechazar? No sería la primera vez que lo hiciera y aunque no me gustará la respuesta, yo fui quién se le ofreció, casi le rogué que me tomara.

Él pudo percatarse de mi actitud, bajó los leños que llevaba en manos y caminó hacía mí. Cayó de rodillas a mis pies y tomando la cobija en sus manos destapo mi torso.

Me observó atentamente, tocó mi costado con sus dedos y trazó los moretones que habían causado la cuerda en mi cintura. Me dolía como los mil demonios, creía se me habían fracturado más de una costilla, pero no dije nada, solo me dejé llevar por su tacto. Siguió su recorrido y colocó la palma de su mano en mi pecho, cerró los ojos sintiendo los latidos de mi corazón. Podía ver miles de emociones correr por su rostro, pero no tenía idea de lo que pensaba.

- Anoche creí morir al verte sumergida en ese río - por fin dijo, tragando saliva con dificultad. Inhaló profundo y llevó su oído a donde anteriormente tenía su mano - cuando puse mi oído en tu corazón y no había seña de vida....- levantó la cara y vio directamente a los ojos, podía ver lágrimas ocultas queriendo salir de su escondite - creí morir. Sabía que dentro de mi había nacido algo muy hermoso por ti, pero nunca imaginé la fuerza de ese sentimiento. Sin embargo - no pudo contener las lágrimas más y salieron corriendo por sus mejillas con la misma fuerza que llevaba la corriente del río la noche anterior - el ver qué no respirabas, que tú corazón no latía, supe que el mío tampoco lo haría si no volvías a mí. Te amo Fernanda.
Júrame que nunca más volverás a hacer algo loco, puedo perder todo lo que tengo y no me importa, pero si hay algo que no puedo perder, es a ti.

Como decirle que el venir por las reses no tuvo nada que ver con lo que me sucedió. Como hacerle ver que la yegua no me tumbo, que si el río no me llevó fue precisamente por ella. Tonta no soy y cuando me empecé a marear, supe lo que venía y me ate a la silla. Eso era algo inevitable, hubiera sucedido ya fuera montada sobré la yegua o en mi cama.

Con la luna de testigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora